Ahora que ha terminado la Semana Santa y nos hemos redimido de nuestros pecados, es un buen momento para hablar de los Guilty Pleasures. A saber: Películas regulares, tirando a malillas, que adoramos y que hemos visto miles de veces. La década de los noventa estuvo trufada de este tipo de subproductos que tanto nos han marcado. Ahí va mi particular Top Ten (sin orden de preferencia).
SÉ LO
QUE HICISTEIS EL ÚLTIMO VERANO (I know what you did the last summer. Jim
Gillespie. 1997)
Kevin Williamson
es un tipo listo. En pocos días escribió el guión de “Scream” y se lo presentó
al maestro del Slasher ochentero: Wes Craven. Craven, que estaba en horas
bajas, no pudo resistirse y dirigió un cóctel autorreferencial lleno de guiños
cinematográficos y de frases rimbombantes. La película fue todo un éxito y
desembocó en tres secuelas más.
A raíz de este fenómeno, Williamson se convirtió en el chico de moda y pudo vender algunos de sus guiones.
Uno de
ellos era “Sé lo que hicisteis el último verano”. El guionista se basó, muy
libremente, en una novela de Lois Duncan que narraba la historia de un grupo de
jóvenes que atropellaban a un hombre durante las festividades del 4 de julio.
Muertos de miedo, los adolescentes hacen un pacto y deciden lanzar el cadáver
al agua. Un año después Julie (Jennifer Love Hewitt) recibe una nota amenazante
que le comunica que alguien sabe lo que hicieron el último verano.
Williamson
pareció haber seguido un manual de guión clásico, al pie de la letra. Un primer
acto que presenta la acción y los sospechosos. Un segundo acto que se dedica a
la investigación de los hechos sucedidos y un tercer acto grandilocuente que
revela la verdad al espectador. Todo es previsible pero funciona a la
perfección. Seguramente, si Kevin Williamson no hubiera topado con un director
tan solvente como Jim Gillespie otro gallo cantaría. El éxito del producto
tiene mucho que ver con una realización elegante y misteriosa, con el excelente
score de John Debney y con un plantel de actores carismáticos que hacen
creíbles las motivaciones de unos personajes arquetípicos.
MENTES PELIGROSAS (Dangerous Minds. 1995. John
N.Smith)
The
Walt Disney Company se dedicó, durante los ochenta y noventa, a producir
películas para un público, más o menos, adulto. Eran producciones bastante
ligeras e insubstanciales. Lo hizo a través de filiales como Touchstone
Pictures, Miramax y Hollywood Pictures. Esta última produjo “Mentes
Peligrosas”, un vehículo hecho a la medida de Michelle Pfeiffer. La actriz, a través de su
recién inaugurada productora Via Rosa, se enamoró de la historia real de una ex
marine, LouAnne Johnson, reciclada a profesora de instituto problemático.
La
historia en sí no es nueva. En “Rebelión en las aulas” Sidney Poitier intentaba
educar a un grupo de jóvenes delincuentes y marginados sociales. En “El Club de
los poetas muertos” Robin Williams usaba la poesía como arma revolucionaria
ante una clase anestesiada por la ortodoxa educativa.
En “Mentes peligrosas” todos estos motivos están retocados y adaptados a la diversidad étnica de los noventa y lo políticamente correcto.
En la novela original, la protagonista
debía lidiar con problemas de drogadicción, incesto y otras lindeces. En el
film, la truculencia se rebaja y solo asistimos a una muerte inesperada al
final de la historia. Un golpe de efecto que acentúa el carácter moralizante de
la cinta.
Seguramente,
estos cambios se deben al poder que ejerció Pfeiffer como productora. Cuando
una gran estrella toma el mando de un proyecto, la cosa suele irse de madre. Le
paso exactamente lo mismo a Meg Ryan, Nicole Kidman o Sandra Bullock. No
obstante, la película se deja ver por sus actores (en especial Michelle
Pfeiffer y George Dzundza) y por una banda sonora que fue un éxito de vendas en
su día (con el famoso Gangsta’s Paradise de Coolio, o el score de Wendy &
Lisa).
MI PADRE QUÉ LIGUE (My father, my héroe. Steve Miner. 1994)
He aquí
otra producción Disney, vehiculada por Touchstone. Se trata de un remake de una
película francesa llamada, en España, “Mi Padre mi héroe”. En los ochenta y
noventa se puso de moda adaptar películas francesas de gran éxito comercial
como “Tres solteros y un biberón” o “La jaula de las locas”.
La
película sigue, al pie de la letra, el original. Las dos principales diferencias
son el presupuesto y el tono. En la versión americana, el presupuesto es mucho
mayor. Destacan tanto los exteriores en Nueva York, Paris y el Caribe como ciertas
secuencias de peligro que no existían en el film original.
La película juega el equívoco que provoca la joven Nicole (una irreconocible Katherine Heigl) cuando cuenta a todo el mundo que su padre es, en realidad, su amante.
En la versión original podemos apreciar algunos apuntes relacionados con la
pedofilia y su aceptación social. En la versión Hollywoodiense, se deja muy
claro que el único amor que existe es el paterno filial.
Gérard
Depardieu repitió como protagonista y se puede considerar el mayor acierto de
la cinta. Depardieu maneja a la perfección el tempo de la comedia y la ternura
de un padre dispuesto a hacer lo que sea para ayudar a su insoportable hijita
adolescente. También llama la atención un plantel de secundarios que revisten
de entidad una historia endeble e insustancial (Stephen Tobloskwy, Lauren
Hutton o una fugaz Emma Thompson). Pero es, precisamente, esa insustancialidad
lo que convierte “Mi padre, ¡qué ligue! en un producto perenne. Pasa como un
soplo y es agradabilísima de ver y de revisitar, una y otra vez.
ME
GUSTAN LOS LÍOS (I love troubles. Charles Shyer. 1994)
Y otra
producción Touchstone, protagonizada por Julia Roberts y Nick Nolte. Responde a
todas las constantes de la productora. Fotografía cálida, hermosa banda sonora
(de David Newman) y una trama ligera, con toques de intriga y suspense. El
concepto de la película es muy poco original e intenta emular (sin conseguirlo)
las comedias protagonizadas por Katherine Hepburn y Cary Grant. A saber: Un
hombre y una mujer, rivales en el trabajo, que acaban teniendo una gran
historia de amor.
En “Me
gustan los líos”, la pareja protagonista son dos periodistas, de periódicos
rivales, que investigan un misterioso descarrilamiento de tren. Nick Nolte
interpreta a Peter Brackett, un perro viejo de la profesión que vive de sus
éxitos pretéritos y se pasa todo el día ligando con jovenzuelas. Julia Roberts
es Sabrina Peterson, una periodista con poca experiencia y que quiere comerse
el mundo.
Una conspiración farmacéutica es la excusa argumental para asistir a una serie de secuencias cómicas que desembocan en el inevitable Happy End.
Dicha
trama conspiranoíca, no obstante, engancha lo suficiente como para morder el
anzuelo. A eso le sumamos un Chicago en todo su esplendor y unos protagonistas carismáticos
y tenemos la fórmula, prefabrica e impersonal sí, pero perfecta.
LA SOMBRA (The Shadow. Russell Mulcahy. 1994)
La
Sombra es, seguramente, uno de los personajes de cómic más maltratados de la
historia. Actualmente existe algún proyecto que quiere resucitar la historia de
Lamont Craston, un soldado norteamericano que se refugia en el Tibet. Ahí se
establece como un peligroso traficante de Opio, hasta que un monje tibetano lo
detiene y le enseña el milenario poder de manipular la mente de otras personas.
Craston se redime y vuelve a Estados Unidos para luchar contra los malhechores,
capitaneados por el último descendiente de Genghis Khan.
En
1994, “Batman” de Tim Burton seguía siendo el referente estético principal a la
hora de afrontar una adaptación de cómic. En “La Sombra”, lo podemos comprobar
de manera empírica, con la tenebrosa banda sonora de Jerry Goldsmith, el diseño
de vestuario de Bob Ringwood y los planos aéreos de una ciudad Art Déco.
El director, Russel Mulcahy, supo captar a la perfección el tono de serial radiofónico del relato original.
Los personajes son pura caricatura, empezando
por el malvado Shiwan Khan y terminado por la damisela en apuros, Margo Lane
(Penelope Ann-Miller). Fue, en mi opinión, esa decisión narrativa lo que
descoloco al público de esa época. David Koeep, uno de los grandes guionistas
de Hollywood, escribió su particular homenaje a un tipo de narración oscura, a
la par que ingenua, testigo de un Estados Unidos asolado por la Gran Depresión.
CONGO
(Congo. Frank Marshall. 1995)
“Congo”
guarda bastantes similitudes con “La Sombra”, empezando por la excelente banda
sonora de un Jerry Goldsmith. Las dos películas son películas de (mediano) gran
presupuesto con espíritu de Serie B. En el caso de “Congo” podríamos hablar de
las denominados “exploitations”, o películas que explotan formulas de éxito
contrastado. El director Frank Marshall, productor habitual de Steven
Spielberg, era un especialista en este tipo de productos (fue realizador de
Aracnofobia) y decidió adaptar el Best Seller de Michael Crichton “Congo”.
Marshall, junto a Kathleen Kennedy, produjo Jurassic Park y se propusieron repetir
la jugada. Una trama con elementos tecnológicos, bichos y efectos especiales.
La
novela de Crichton era una especie de Remake encubierto de la leyenda de “Las
minas del rey Salomón”. El principal elemento diferenciador era una mona que
hablaba, a través de un mecanismo, y unos gorilas albinos asesinos. El resto de
la historia discurría por lugares comunes. Un magnate de la comunicación sin
escrúpulos, un antropólogo bonachón, un cazatesoros lunático y un guía rudo
pero con buen corazón. Por suerte, la película dura unos ajustadísimos 109
minutos y, a diferencia de “Jurassic Park”, va bastante directa al grano.
Como siempre, el elenco de actores aguantó el tenderete. Destaco la, aún desconocida, Laura Linney o Tim Curry como demencial busca fortunas rumano.
“Congo”
no engaña a nadie y consigue, con sus efectos especiales y decorados de cartón
piedra, un equilibro encomiable entre pretensiones y resultados.
BATMAN FOREVER (Batman Forever. Joel Schumacher 1995)
El
proceso de producción de “Batman Forever” da para hacer una película propia.
Tim Burton, con “Batman Vuelve”, realizó uno de sus filmes más bellos y personales.
Desgraciadamente, Warner se asustó al ver el resultado y decidió que la
historia de amor entre el hombre murciélago y el director de Burbank había
terminado. Quizás por remordimientos o por miedo a la reacción de los fans, los
ejecutivos designaron a Tim Burton como productor de la nueva aventura de
Batman, “Batman Forever”. Se aprovecharon algunas ideas de Burton, como la
aparición de Enigma y se añadieron otros descartes, como la llegada de Robin en
la saga.
“Batman Forever” es una película esquizofrénica. “Batman Vuelve” era demasiado oscura y “Batman & Robin” era más colorida que el orgullo gay de Maspalomas.
Pero
“Batman Forever” estaba en tierra de nadie. Aún conservaba el espíritu
melancólico y misterioso de las películas de Burton, pero empezaba a mostrar
graves síntomas de infantilización. A saber: La descripción de los villanos
obvió el retrato psicológico y optó por una visión ligera y divertida.
No
obstante, la película fue una revolución. Batman se volvió un personaje sexy y
Gotham se abrió a otros escenarios, magnificados por la incipiente aparición de
los efectos digitales por ordenador. El diseño de vestuario se refinó al máximo
y el engranaje de Hollywood parió uno de los Blockbusters más importantes de
los 90.
ACOSADA
(Sliver. Phillip Noyce. 1993)
“Acosada”
es un subproducto dirigido por Philipp Noyce , protagonizada por Sharon Stone y
el más irritante de los hermanos Baldwin, William. Stone había perdido el norte
profesional después de “Instinto Básico” y se debatía entre repetir el eterno
personaje con alto contenido erótico o intentar demostrar que era una buena
actriz dramática (fracasó en “Entre dos mujeres” y lo consiguió en la magna
“Casino”). En este caso, Stone optó en reincidir en el thriller erótico y
protagonizó esta adaptación de una novela de Ira Levin (autor de “La Semilla
del Diablo”.
Levin
estaba obsesionado con los edificios y las comunidades de vecinos. En la
película de Polanski, los vecinos eran adoradores de Satán y en “Acosada” los
inquilinos tenían especial predilección por el voyerismo y el homicidio. Carly,
la protagonista, se muda a un gran rascacielos equipado con las últimas
novedades tecnológicas. Ahí conoce a un joven misterioso y ricachón, dueño del
edificio entero (Stephan Baldwin) y a un hombre maduro (Tom Berenger), oscuro y
solitario.
Como os podéis imaginar, la trama consiste en descubrir quién de los dos es un asesino que se dedica a tirar a mujeres por el balcón.
Joe Esztherhas, guionista de
“Instinto Básico” despachó el libreto sin demasiado interés y Noyce usó los
peores clichés de la narrativa audiovisual noventera. Zooms, filtros, imágenes
de VHS… Y es, precisamente, en ese look y la banda sonora (con un tema central
compuesto por Enigma) donde radica su encanto.
LEYENDAS
DE PASIÓN (Legends of fall. Edward Zick. 1994)
“Leyendas
de Pasión” tenía todos los elementos necesarios para convertirse en un gran
clásico. Una fotografía majestuosa, una banda sonora épica y bellísima de James
Horner, unos actores en estado de gracia y una historia más grande que la vida.
Pero, desgraciadamente, algo falló. Edward Zick quería recuperar el espíritu de
los grandes melodramas de Hollywood pero se olvidó de ese intangible que no se
consigue con un gran presupuesto, ni con el mejor equipo. Se olvidó del alma.
“Leyendas
de Pasión” es un relato corto de Jim Harrison, un autor obsesionado con la
venganza, la traición y la relación entre hombres.
La historia es lo que se denomina una novela-río. Una historia familiar que abarca varias décadas y conflictos históricos.
En este caso, la llegada de Samuel (el hijo pequeño) con
su prometida Susannah revoloteará el hogar de los Ludwlow.
Anthony
Hopkins está esplendido, interpretando un coronel alejado del mundo. Anthony
Quinn borda el papel de hermano responsable y Brad Pitt interpreta el hermano
salvaje. Es quizás este personaje, junto a la acumulación atropellada de
desgracias (que daría para tres temporadas de una serie actual), lo que
entorpece el resultado final. Nunca entendemos el lado oscuro de Tristan, el
personaje interpretado por Pitt, ni nos acabamos de emocionar con unos paisajes
que parecen sacados de un anuncio de tabaco rubio.
SHOWGIRLS
(Showgirls. Paul Verhoven. 1995)
Y para
terminar este Top Ten, la madre de los Guilty Pleasures. Una película de culto,
un clásico del mal gusto y de la depravación más absoluta. “Showgirls” es un
Remake casi calcado de “All About Eve”. Si en esta película, la acción
transcurría en Broadway, en la película de Verhoven la acción se desplaza al
mundo de las Showgirls y bailarinas de Las Vegas.
El paso
del tiempo ha permitido entender, con perspectiva, las intenciones malévolas y
despiadadas del director Holandés. Si en Robocop Verhoven se burlaba de la era
Reagan y en Starship Troppers criticaba la capacidad de seducción fascistoide
de los ejércitos, en Showgirls nos muestra la putrefacción y la corrupción que
inunda la ciudad del pecado. Y lo hace con una realización plana y televisiva,
con una fotografía sucia y con mucho plástico y purpurina. Nomi es una chica
del medio oeste dispuesta a hacer lo que sea para triunfar como bailarina. Al
final de la historia descubrirá que, a veces, el dueño del puticlub más
cochambroso puede tener mejor corazón que el ejecutivo guaperas más poderoso de
Nevada.
Verhoven no deja títere con cabeza. Todos los personajes buscan algo y no tienen ningún escrúpulo para conseguirlo.
Desde el coreógrafo que sólo quiere bailarinas para
llevárselas a la cama, pasando por el dueño del casino que contrata a sus
Showgirls para trabajar como prostitutas, a la impunidad de una estrella del
Rock duro, que viola a una pobre chica y se va de rositas. “Showgirls” se puede
considerar la biblia del espectáculo y un manual necesario para la comunidad
gay.
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