El reciente estreno de la segunda parte de El Capitán América es una buena excusa para analizar las secuelas y sagas cinematográficas, desde sus orígenes a la actualidad.
EL CONCEPTO ORIGINAL
Desde los inicios del
cine, han existido muchas películas basadas en folletines literarios. Esa
estructura se basaba en la sucesión de pequeñas aventuras, en forma seriada. Con
los años, las secuelas fueron relegadas a la serie B y Z. Era una pura
explotación de éxitos de taquilla, sin ningún tipo de valor artístico.
En los años 50, en
Inglaterra, se rodó la adaptación de la novela de Ian Fleming, “James Bond
contra el Doctor No”. Fue un éxito de taquilla y la primera entrega de una saga
basada en las aventuras del agente 007 (que aun prosiguen en nuestros tiempos).
No obstante, no existía ninguna mentalidad de continuidad. Solo se conservaba
la figura del productor y de los guionistas. El actor encargado de encarnar a
James Bond fue variando, al cabo de los años.
A finales de los años
70, Steven Spielberg dirigió “Jaws”. El realizador era reacio a dirigir
secuelas pero, aun así, se terminaron realizando tres entregas más (A cada cual
peor). Otro componente de la denominada Nueva Ola Americana, George Lucas, se
lanzó a la piscina y apostó por una Soap
Opera espacial, llamada “Star Wars”. Renunció a su sueldo como director y
guionista, a cambio de hacerse con todos los derechos relacionados con el merchandising.
Lucas quería dirigir dos trilogías pero desechó la idea, debido a su enorme envergadura.
Produjo dos
películas más, que completaban el arco argumental de la primera: “El imperio
contraataca” y “El Retorno del Jedi”. En esa época, George Lucas y Steven
Spielberg idearon una historia de un arqueólogo llamado Indiana Jones. “Indiana
Jones y el arca perdida” marcó un antes y un después en el cine comercial y se
realizaron dos continuaciones, “Indiana Jones y el tiempo Maldito” y “Indiana
Jones y la última cruzada” (que
compartían un patrón estético y narrativo prácticamente único).
Otro de los
directores que formaban parte de la Nueva Ola, Francis Ford Coppola, adaptó una
novela que narraba la historia de una familia mafiosa: “El Padrino”. La
aceptación, a nivel de público y crítica, impulsaron la realización de una
secuela superior, “El Padrino parte 2”, y de una conclusión mucho más inferior,
“El Padrino parte 3”. En “El Padrino” o “Star Wars” sus creadores tenían una
idea unitaria en la cabeza.
EL HOBBIT Y EL APRENDIZ DE MAGO
El punto de inflexión se
produjo, a mi entender, en el año 2001. Peter Jackson quería rodar la
adaptación de “El Señor de los Anillos”. El proyecto estaba encallado, porqué no
encontraban la manera de comprimir los sucesos de las tres novelas en una sola
película. Jackson convenció a la New Line Cinema, y acabó rodando una trilogía.
La empresa era gigantesca y, para abaratar costes, se tomó una decisión muy poco habitual. Grabar los tres capítulos, a la vez.
La iniciativa comportaba
ciertos peligros ya que, si no
funcionaba la primera parte, se corría el riesgo de no amortizar la inversión
realizada. Por suerte, “El señor de los anillos: La Comunidad del Anillo”
superó todas las previsiones y fue un éxito internacional. “El señor de los
anillos” coincidió con el auge de los videojuegos, cada vez más
cinematográficos, y de la ficción televisiva. La postmodernidad estaba
transformando a la audiencia. El relato, como ente cerrado, se estaba
dilucidando, a pasos agigantados.
El otro momento clave
también estuvo relacionado con una adaptación literaria. Estoy hablando de
Harry Potter, un fenómeno editorial que afianzó un género en sí mismo, el Young Adult. A saber: Novelas destinadas
a niños de 7 años para arriba y a adolescentes.
Un tipo de ficción muy versátil que enganchaba, tanto a hijos como a padres. La
estructura de este género es bastante rígida y se suele cumplir siempre. Un
personaje joven e identificable, con un pasado que ignora y con una misión que
debe cumplir para salvarse. En medio de todo esto, se añade una historia
romántica y elementos fantásticos y de misterio. Los ejecutivos de Warner
fueron conscientes de esta nueva tendencia y se hicieron con los derechos de
los libros de J.K Rowling. Las dos primeras películas fueron realizadas por
Chris Columbus (que ya se encargó de una historia muy similar, en los ochenta,
llamada “El Secreto de la Pirámide”). El resto de la saga fue dirigida por
directores distintos, pero se mantuvo un único corpus estético y narrativo
(mismo productores, mismo guionista…). Pero, para bien o para mal, las
historias se terminan y llega un momento en que te quedas sin material de base.
Eso es lo que sucedió con “Harry Potter y las Reliquias de la muerte”.
Warner, que de tonta no tiene un pelo, decidió rodar la última entrega de la saga Potter, en dos partes, de un tirón.
De esta manera, alargando el chicle, podría
recaudar el doble para presenciar la resolución de la historia.
Summit apostó fuerte por
una Young Adult que narraba la eterna
lucha entre Vampiros y Hombres Lobo, “Crepúsculo”. La primera parte rompió la
taquilla y se rodaron las adaptaciones de las otras novelas de la saga.
Diferentes directores, pero un estilo unitario. Para la última novela, la
productora siguió el ejemplo de “Las Reliquias de la Muerte” y troceó
“Amanecer” en dos partes. Esta decisión comercial, también artística, tiene sus
pros y sus contras. Si la cosa funciona ingresas el doble, pero también te ves
obligado a estirar la trama hasta límites poco tolerables. Sin embargo, el
público no se aburrió con las largas secuencias de transición, ni con las
subtramas perfectamente prescindibles. La transformación se había producido.
DC VS MARVEL
Después del fiasco de
“Batman y Robin”, la Warner intentó adaptar “Batman: Año Uno”, pero la cosa
terminó mal. No obstante, la mayoría de las ideas surgidas de esa adaptación se
aprovecharon en “Batman Begins”, de Christopher Nolan. Nolan fue listo y
planteó una trilogía cerrada y un reboot.
(O reinició de la mitología que todo el
mundo conocía, explicando los orígenes del personaje). La audiencia compró la
idea y la película fue un éxito.
Junto con “X-Men”, volvió a dar entidad psicológica y artística a un género, el de los superhéroes, que había llegado a cotas preocupantes de infantilización.
Christopher Nolan siguió la estela de
Lucas y esbozó un arco dramático completo. Los arcos dramáticos suelen usarse
en la televisión, para fundamentar las bases de una historia que se debe
desarrollar a lo largo de una o varias temporadas. Nolan y David S. Goyer
rescataron esa idea para el cine y crearon, en cierta manera, escuela. “El
Caballero Oscuro” seguía la historia de su predecesora, aun siendo muy
superior, y “El Caballero Oscuro: La Leyenda renace” completaba la narración
recuperando la historia de la primera parte.
Warner adoptó a Nolan, como su
hijo pródigo, y le encargó la reformulación de otra saga del DC comics, Superman.
La historia siguió el mismo patrón y narró los orígenes de “El Hombre de
Acero”. Le otorgó mayor hondura psicológica y una estructura narrativa
arriesgada, pero no demasiado. Nolan escribió el argumento y pasó a ser
consultor de contenidos, relegando la dirección a Zack Snyder. Servidor piensa
que la jugada no salió del todo redonda. Batman y Superman no son lo mismo y no
se pueden enfocar de la misma manera. Lo mismo se puede decir de Snyder y
Nolan. El primero tiene un pulso espitoso y el segundo es más analítico y
reflexivo.
Por su parte, la Marvel
estudió, a consciencia, los fallos estratégicos de su competidora directa, DC
Comics. Las adaptaciones cinematográficas de DC son propiedad de Warner.
Desgraciadamente, hasta la llegada de Nolan, la estrategia comercial de Warner,
hacia su cantera de superhéroes, fue más que errática. No se trazó un plan
maestro, para intentar intercalar historias y dar unidad al universo DC.
Los cómics de Marvel siempre intentaron construir una cosmogonía propia, coherente. Una especie de mitología que tenía su máxima expresión en la serie de “Los Vengadores”.
Una entente entre los superhéroes más famosos de la compañía, que
unían sus fuerzas. En DC existía “La liga de la justicia” pero era diferente.
Batman y Superman tiene una personalidad demasiado marcada. Thor y el Capitán
América podían trabajar juntos, sin temer por un choque de egos. Y llegó el día
en que la Marvel fue absorbida por la Disney, en una operación que empezó con
la absorción de Píxar y ha concluido con la adquisición de Lucasfilm. La Disney
sabía que si se hacía con la Marvel podría producir varias películas al año,
con un éxito casi seguro. Se puso en marcha “Thor” y “Iron Man 2”. En el final
de cada una de ellas, se incluía una pieza que daba a entender que existía una
interconexión entre sus universos.
Cameos de personajes, historias con final
abierto… El alma de los seriales antiguos, reformado y adaptado a los tiempos
modernos. “Los Vengadores”, la peli, reunió a todos los personajes luchando
contra Loki, el hermano y enemigo de Thor. “El Capitán América: El Soldado de
Invierno” sucede justo después de “Los Vengadores” y deja el terreno abonado
para “Los Vengadores: La era de Últron”.
UNA NUEVA NARRATIVA
La Disney seguirá su
estrategia de explotar la gallina de los huevos de oro con dos nuevas sagas de
“Indiana Jones” y “Star Wars” (dos creaciones de Lucas, que ha cedido su
herencia creativa a la Disney). J.J Abrams es el encargado de impulsar una
nueva trilogía de las Galaxias que sucederá vente años después de “El Retorno
del Jedi”. La idea es expandir el universo, redactando un arco argumental que
permita interconexiones con series de tele y videojuegos. El caso de Indy es
más complicado, ya que Harrison Ford está bastante cascadillo. La idea actual
es hacer un reboot, o lavado de cara. Escoger a un actor joven que nos cuente
los orígenes de Indy (ya narrados en “Indiana Jones y la última cruzada y la
serie “Las aventuras del joven Indiana Jones).
Todo esto no sería posible sin la paciencia de un público que ha cambiado sus hábitos culturales.
La ficción televisiva con “Lost” o “Juego de tronos” nos ha adiestrado. Nos
adaptamos a relatos eternos, trufados de tramas secundarias. El cine también ha
mutado, y ya no nos ofrece experiencias únicas. Cada película formará parte de
un todo mucho más grande. Es una oportunidad, y una gran responsabilidad, para
transformar la narrativa humana.
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