jueves, 3 de abril de 2014

LA SERIALIZACIÓN DEL CINE NORTEAMERICANO






El reciente estreno de la segunda parte de El Capitán América es una buena excusa para analizar las secuelas y sagas cinematográficas, desde sus orígenes a la actualidad.



EL CONCEPTO ORIGINAL

Desde los inicios del cine, han existido muchas películas basadas en folletines literarios. Esa estructura se basaba en la sucesión de pequeñas aventuras, en forma seriada. Con los años, las secuelas fueron relegadas a la serie B y Z. Era una pura explotación de éxitos de taquilla, sin ningún tipo de valor artístico.

En los años 50, en Inglaterra, se rodó la adaptación de la novela de Ian Fleming, “James Bond contra el Doctor No”. Fue un éxito de taquilla y la primera entrega de una saga basada en las aventuras del agente 007 (que aun prosiguen en nuestros tiempos). No obstante, no existía ninguna mentalidad de continuidad. Solo se conservaba la figura del productor y de los guionistas. El actor encargado de encarnar a James Bond fue variando, al cabo de los años.

A finales de los años 70, Steven Spielberg dirigió “Jaws”. El realizador era reacio a dirigir secuelas pero, aun así, se terminaron realizando tres entregas más (A cada cual peor). Otro componente de la denominada Nueva Ola Americana, George Lucas, se lanzó a la piscina y apostó por una Soap Opera espacial, llamada “Star Wars”. Renunció a su sueldo como director y guionista, a cambio de hacerse con todos los derechos relacionados con el merchandising

Lucas quería dirigir dos trilogías pero desechó la idea, debido a su enorme envergadura. 


Produjo dos películas más, que completaban el arco argumental de la primera: “El imperio contraataca” y “El Retorno del Jedi”. En esa época, George Lucas y Steven Spielberg idearon una historia de un arqueólogo llamado Indiana Jones. “Indiana Jones y el arca perdida” marcó un antes y un después en el cine comercial y se realizaron dos continuaciones, “Indiana Jones y el tiempo Maldito” y “Indiana Jones  y la última cruzada” (que compartían un patrón estético y narrativo prácticamente único). 
Otro de los directores que formaban parte de la Nueva Ola, Francis Ford Coppola, adaptó una novela que narraba la historia de una familia mafiosa: “El Padrino”. La aceptación, a nivel de público y crítica, impulsaron la realización de una secuela superior, “El Padrino parte 2”, y de una conclusión mucho más inferior, “El Padrino parte 3”. En “El Padrino” o “Star Wars” sus creadores tenían una idea unitaria en la cabeza.


EL HOBBIT Y EL APRENDIZ DE MAGO
El punto de inflexión se produjo, a mi entender, en el año 2001. Peter Jackson quería rodar la adaptación de “El Señor de los Anillos”. El proyecto estaba encallado, porqué no encontraban la manera de comprimir los sucesos de las tres novelas en una sola película. Jackson convenció a la New Line Cinema, y acabó rodando una trilogía. 

La empresa era gigantesca y, para abaratar costes, se tomó una decisión muy poco habitual. Grabar los tres capítulos, a la vez. 


La iniciativa comportaba ciertos peligros  ya que, si no funcionaba la primera parte, se corría el riesgo de no amortizar la inversión realizada. Por suerte, “El señor de los anillos: La Comunidad del Anillo” superó todas las previsiones y fue un éxito internacional. “El señor de los anillos” coincidió con el auge de los videojuegos, cada vez más cinematográficos, y de la ficción televisiva. La postmodernidad estaba transformando a la audiencia. El relato, como ente cerrado, se estaba dilucidando, a pasos agigantados.


El otro momento clave también estuvo relacionado con una adaptación literaria. Estoy hablando de Harry Potter, un fenómeno editorial que afianzó un género en sí mismo, el Young Adult. A saber: Novelas destinadas a niños de 7 años para  arriba y a adolescentes. Un tipo de ficción muy versátil que enganchaba, tanto a hijos como a padres. La estructura de este género es bastante rígida y se suele cumplir siempre. Un personaje joven e identificable, con un pasado que ignora y con una misión que debe cumplir para salvarse. En medio de todo esto, se añade una historia romántica y elementos fantásticos y de misterio. Los ejecutivos de Warner fueron conscientes de esta nueva tendencia y se hicieron con los derechos de los libros de J.K Rowling. Las dos primeras películas fueron realizadas por Chris Columbus (que ya se encargó de una historia muy similar, en los ochenta, llamada “El Secreto de la Pirámide”). El resto de la saga fue dirigida por directores distintos, pero se mantuvo un único corpus estético y narrativo (mismo productores, mismo guionista…). Pero, para bien o para mal, las historias se terminan y llega un momento en que te quedas sin material de base. Eso es lo que sucedió con “Harry Potter y las Reliquias de la muerte”. 

Warner, que de tonta no tiene un pelo, decidió rodar la última entrega de la saga Potter, en dos partes, de un tirón. 

 

De esta manera, alargando el chicle, podría recaudar el doble para presenciar la resolución de la historia.

Summit apostó fuerte por una Young Adult que narraba la eterna lucha entre Vampiros y Hombres Lobo, “Crepúsculo”. La primera parte rompió la taquilla y se rodaron las adaptaciones de las otras novelas de la saga. Diferentes directores, pero un estilo unitario. Para la última novela, la productora siguió el ejemplo de “Las Reliquias de la Muerte” y troceó “Amanecer” en dos partes. Esta decisión comercial, también artística, tiene sus pros y sus contras. Si la cosa funciona ingresas el doble, pero también te ves obligado a estirar la trama hasta límites poco tolerables. Sin embargo, el público no se aburrió con las largas secuencias de transición, ni con las subtramas perfectamente prescindibles. La transformación se había producido.


DC VS MARVEL
Después del fiasco de “Batman y Robin”, la Warner intentó adaptar “Batman: Año Uno”, pero la cosa terminó mal. No obstante, la mayoría de las ideas surgidas de esa adaptación se aprovecharon en “Batman Begins”, de Christopher Nolan. Nolan fue listo y planteó una trilogía cerrada y un reboot.  (O reinició de la mitología que todo el mundo conocía, explicando los orígenes del personaje). La audiencia compró la idea y la película fue un éxito. 

Junto con “X-Men”, volvió a dar entidad psicológica y artística a un género, el de los superhéroes, que había llegado a cotas preocupantes de infantilización. 


Christopher Nolan siguió la estela de Lucas y esbozó un arco dramático completo. Los arcos dramáticos suelen usarse en la televisión, para fundamentar las bases de una historia que se debe desarrollar a lo largo de una o varias temporadas. Nolan y David S. Goyer rescataron esa idea para el cine y crearon, en cierta manera, escuela. “El Caballero Oscuro” seguía la historia de su predecesora, aun siendo muy superior, y “El Caballero Oscuro: La Leyenda renace” completaba la narración recuperando la historia de la primera parte. 

Warner adoptó a Nolan, como su hijo pródigo, y le encargó la reformulación de otra saga del DC comics, Superman. La historia siguió el mismo patrón y narró los orígenes de “El Hombre de Acero”. Le otorgó mayor hondura psicológica y una estructura narrativa arriesgada, pero no demasiado. Nolan escribió el argumento y pasó a ser consultor de contenidos, relegando la dirección a Zack Snyder. Servidor piensa que la jugada no salió del todo redonda. Batman y Superman no son lo mismo y no se pueden enfocar de la misma manera. Lo mismo se puede decir de Snyder y Nolan. El primero tiene un pulso espitoso y el segundo es más analítico y reflexivo.

Por su parte, la Marvel estudió, a consciencia, los fallos estratégicos de su competidora directa, DC Comics. Las adaptaciones cinematográficas de DC son propiedad de Warner. Desgraciadamente, hasta la llegada de Nolan, la estrategia comercial de Warner, hacia su cantera de superhéroes, fue más que errática. No se trazó un plan maestro, para intentar intercalar historias y dar unidad al universo DC. 

Los cómics de Marvel siempre intentaron construir una cosmogonía propia, coherente. Una especie de mitología que tenía su máxima expresión en la serie de “Los Vengadores”. 

 

Una entente entre los superhéroes más famosos de la compañía, que unían sus fuerzas. En DC existía “La liga de la justicia” pero era diferente. Batman y Superman tiene una personalidad demasiado marcada. Thor y el Capitán América podían trabajar juntos, sin temer por un choque de egos. Y llegó el día en que la Marvel fue absorbida por la Disney, en una operación que empezó con la absorción de Píxar y ha concluido con la adquisición de Lucasfilm. La Disney sabía que si se hacía con la Marvel podría producir varias películas al año, con un éxito casi seguro. Se puso en marcha “Thor” y “Iron Man 2”. En el final de cada una de ellas, se incluía una pieza que daba a entender que existía una interconexión entre sus universos. 
Cameos de personajes, historias con final abierto… El alma de los seriales antiguos, reformado y adaptado a los tiempos modernos. “Los Vengadores”, la peli, reunió a todos los personajes luchando contra Loki, el hermano y enemigo de Thor. “El Capitán América: El Soldado de Invierno” sucede justo después de “Los Vengadores” y deja el terreno abonado para “Los Vengadores: La era de Últron”.



UNA NUEVA NARRATIVA
La Disney seguirá su estrategia de explotar la gallina de los huevos de oro con dos nuevas sagas de “Indiana Jones” y “Star Wars” (dos creaciones de Lucas, que ha cedido su herencia creativa a la Disney). J.J Abrams es el encargado de impulsar una nueva trilogía de las Galaxias que sucederá vente años después de “El Retorno del Jedi”. La idea es expandir el universo, redactando un arco argumental que permita interconexiones con series de tele y videojuegos. El caso de Indy es más complicado, ya que Harrison Ford está bastante cascadillo. La idea actual es hacer un reboot, o lavado de cara. Escoger a un actor joven que nos cuente los orígenes de Indy (ya narrados en “Indiana Jones y la última cruzada y la serie “Las aventuras del joven Indiana Jones).


Todo esto no sería posible sin la paciencia de un público que ha cambiado sus hábitos culturales. 


La ficción televisiva con “Lost” o “Juego de tronos” nos ha adiestrado. Nos adaptamos a relatos eternos, trufados de tramas secundarias. El cine también ha mutado, y ya no nos ofrece experiencias únicas. Cada película formará parte de un todo mucho más grande. Es una oportunidad, y una gran responsabilidad, para transformar la narrativa humana.


















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