martes, 17 de junio de 2014

LA EXTRAÑA LEVADAD DEL HYPE



Los estrenos de "Maléfica" y "Godzilla" permiten, a nuestro guionista parado, reflexionar acerca de los denominados Hypes. A saber, esas películas que se convierten en eventos mundiales que todo el mundo espera. "Maléfica" representa la cara amable de este tipo de fenómeno y "Godzilla", en términos generales, la mala. 

 

LOS ANTECEDENTES DEL HYPE
El Hype empezó a gestarse en los años setenta y ochenta, con la aparición de los Blockbusters. Esas películas que se estrenaban, a nivel simultáneo, a infinidad de salas y que tenían, como única finalidad, recaudar cantidades ingentes de dinero. George Lucas, el visionario, con “Star wars” renunció a sus honorarios a cambio de percibir todos los ingresos relacionados con la publicidad y el merchandising. En 1989, Peter Guber y Jon Peters dieron otra vuelta de tuerca, y plantearon “Batman” como un evento multidisciplinar. Camisetas, juguetes, cómics, libros y un Tráiler. Un tráiler de unos pocos minutos, que revoloteo el gallinero. ¡Y dé que manera! La gente asistía a los pases de películas infames, con el único objetivo de visionar ese avance del hombre murciélago. Cuando finalizaba, abandonaban la sala y volvían a sus casas. En la convención de cómics más importante del mundo, la Comic Con de San Diego, los fans compraron el VHS del tráiler, hasta agotar todas sus existencias. Luego vendría "Terminator 2", "Jurassic Park", "Independence Day" , "Titanic", "Mátrix"…

Pero el verdadero Hype se fortaleció, a medida que se afianzaba Internet y, más tarde, les redes sociales. Las campañas de publicidad, hasta entonces, habían sido efectivas, pero la aparición de Facebook, Twitter y los Blogs retroalimentaron, de manera exponencial, este fenómeno. Las productoras se dieron cuenta que la mejor manera de atraer la gente a los  cines, era aprovechar sus propias expectativas.

LA TEORÍA DEL HYPE INVERSO
Actualmente, las campañas de promoción empiezan mucho antes del estreno. Millones de fans acuden a los rodajes y hacen fotos del set de rodaje, del vestuario o de los guiones. Algunas veces, este ruido mediático favorece a las películas. Desgraciadamente, en otras ocasiones, las perjudican y las sentencian a muerte.

"Prometheus" de Ridley Scott, el esperado retorno del director al universo Alien, fue seguido y analizado con todo lujo de detalles. Se barajaron mil y una historias. Que si se trataba de una secuela directa, o de una precuela.  Que si los mismos actores de la saga original volverían a aparecer. En medio de todo este embrollo, Scott contrató a Damon Lindelof para reorientar el proyecto. Durante meses, todos los implicados se preocuparon de convencer a la parroquia que la trama era externa a la mitología Alien, y que quería ahondar en el misterio de la creación de las especies en la tierra. Y llegó el día del estreno. Los primeros minutos de la cinta son, sencillamente, espectaculares. Imágenes de una tierra primitiva, un enorme platillo volante que sobrevuela el planeta… Luego, la nada. Una historia sin pies ni cabeza, personajes vacíos y una narración mecánica. Nos dimos cuenta que el guión había sufrido muchas reescrituras. Daba la sensación de estar delante de una película fallida. Sin embargo, la gente acudió en masa a los cines. Y la inversión fue, en cierta medida, amortizada.
Algo parecido sucedió con la nueva película de Superman: “Man of steel” de Zack Synder. “Superman Returns” fue un fracaso estrepitoso. La campaña de promoción nos presentaba un Superman refundado y acorde a los nuevos tiempos. Y nada más lejos de la realidad, ya que Singer quiso hacer su particular homenaje al “Superman” de Richard Donner. Con Man of Steel, Warner se  cubrió las  espaldas y contrató a Christopher Nolan como autor del argumento y productor ejecutivo. Dos años antes del estreno, ya se dieron a conocer algunas fotos del nuevo traje y los bocetos de producción se empezaron a filtrar en las principales webs cinematográficas. Pero, de nuevo, llegó el estreno. Mucha gente sintió que le estaban tomando el pelo, descaradamente. Habían reciclado ese tamiz pseudopsicológico de la saga de “El Caballero Oscuro”, y lo habían aplicado al héroe de Metrópolis. Pero Clark Kent no era Bruce Wayne. La realización era demasiado confusa y lo que se contaba era demasiado banal y cogido con pinzas. Pero, nuevamente, fue un éxito. Warner ya prepara una nueva entrega, ahora protagonizada por Batman y Superman y transformada en película independiente. Dos años del estreno, ya se han filtrado algunas imágenes, subidas por el propio director, a Twitter. Tendremos que esperar a 2016 para comprobar, si en esta ocasión, no nos han dado gato por liebre.
En 2014 hemos asistido a un nuevo lavado de cara de Godzilla. Legend Pictures (otra vez Nolan) contrató a un director con personalidad propia, Gareth Edwards, para intentar alejarse del “Godzilla” palomitero de Ronald Emerich. En esta ocasión, los responsables se encargaron de esconder a la criatura, con con pudoroso cuidado. El Hype se crearía, a partir de la abstracción y las imágenes, inconscientes e individuales, de cada espectador. Unas semanas antes del estreno, Warner proyectó la película en algunos festivales y la opinión no pudo ser más desfavorable. La mala prensa corrió más rápido que la pólvora, y la gente acudió a las salas con una idea preconcebida bastante negativa. Al visionar “Godzilla”, puedes llegar a darte cuenta que no es ni tan buena ni tan mala. Edwards es un genio creando imágenes para el recuerdo, pero no puede hacer frente a un guión esquematizado, necesitado de tres o cuatro revisiones más.

SI LA COSA FUNCIONA...
Pero no siempre todo tiene que salir, forzosamente, mal. Algunas veces, el Hype termina funcionado. No es algo habitual, ya que es difícil (o casi imposible) superar las expectativas emocionales de cada persona.  
Con “Pacific Rim”, el estudio estaba muy acojonado. El proyecto era un refrito  de Anime, de película de monstruos, de cómic hipervitaminado… Y el director era Guillermo del Toro, un realizador que siempre ha sabido tirar adelante sus películas pero que no se ha caracterizado por ser un gran director de Blockbusters. Todo parecía ir en contra de “Pacific Rim”, pero Del Toro, muy consciente de lo que nos ofrecía, tiro la casa por la ventana. Dejo la pedantería en casa y nos sirvió un lujoso espectáculo de Serie B. Mucha gente, seguramente, no entendió el mensaje y asistió, sonrojada, a la película. Otra mucha, como servidor, se lo pasó pipa delante de un producto estival como Dios Manda. En un verano infestado por mastodontes como “El Hombre de Acero” o “Guerra Mundial Z”, el film de Del Toro sentó como un jarro de agua helada y refrescante.
Ese mismo verano, se estrenó “Star Trek: En la Oscuridad”, la segunda parte del reboot dirigido por J.J Abrams. Seguramente no existe peor Hype que ser una secuela de una película de éxito. Durante muchos años, se ha teorizado sobre las continuaciones. De si debían ser más grandes, con más personajes y más efectos especiales. Abrams, un freaky de mucho cuidado, tuvo todo esto en cuenta a la hora de desarrollar “En la Oscuridad”. El tono de la historia siguió basculando entre la acción y el humor aventurero. Como muestra, el prólogo. Un homenaje al cine de Spielberg y, especialmente, a la saga de Indiana Jones. Desgraciadamente, Abrams se mostró algo más torpe, al añadir elementos de pretenciosidad y supuesta oscuridad. El malo no era malo, porque sí. Aun sabiendo que se trataba de uno de los villanos más recordados de la serie, los guionistas le quisieron dar unas connotaciones políticas y sociales que desvirtuaron el conjunto. De hecho, esta fue la principal expectativa que se planteo a la audiencia. La identidad del malvado. Por suerte, el resto de personajes ya estaban bien dibujados, de origen, y las diferentes set pieces salvaron el conjunto.
En 2014, “Maléfica” tenía todas las cartas para terminar siendo un coñazo bíblico. Disney decidió trasladar sus películas de animación más famosas a imagen real, con “Alicia en el país de las maravillas” y “Oz”. Dos productos dirigidos por autores de la categoría de Tim Burton y Sam Raimi. Desgraciadamente, las dos carecían de vida y, sobretodo, de magia. La necesidad de alejarse de los referentes originales, hizo que la historia divagara y naufragara en una tierra de nadie. Con la noticia de una nueva versión de “La bella durmiente”, saltaron todas alarmas habidas y por haber. Por una parte, contratar a Angelina Jolie como Maléfica era un punto a su favor. Pero también ni Johnny Deep en “Alicia, ni James Franco en “Oz” consiguieron salvar el conjunto final. Pero si Jolie era el aliciente positivo, la contratación de Robert Stromberg, un desconocido técnico de efectos especiales, no resultaba demasiado alentadora. Pero, por suerte, en esta ocasión, la refundación del mito no patina del todo. El guión se marca unos objetivos claros y los cumple, sin más pretensiones. Y, gracias a Dios, lo hace con un metraje ajustado y que pasa relativamente rápido.





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