jueves, 7 de noviembre de 2013

LA ESTRATEGIA DEL CARACOL

Estamos siendo testigos de una creciente sensación de optimismo y euforia por parte de nuestros gobernantes (tanto políticos como banqueros).   

La recesión ha terminado, el P.I.B per cápita ha subido y el milagro económico está a punto de llegar. Este discurso virtual solo persigue un (honroso) objetivo. Salvar la autoestima y el ánimo de la sociedad española. De momento, me temo, no lo consiguen. Los datos macroeconómicos pueden reflejar una cosa, pero la realidad de la calle sigue siendo muy diferente. El miedo,  la indiferencia y la desesperación son los sentimientos más comunes. La sensación de que no se puede hacer nada, que todo es culpa de uno mismo y que no hay nada por lo que luchar. Los teóricos relacionan la economía con elementos psicológicos. El miedo, la esperanza… Todos estos estados de ánimo pueden cambiar, por mucho que a algunos les pueda joder, el rumbo determinista de las previsiones más catastrofistas.

Y en esto estamos. La poca gente que trabaja no se atreve a consumir, por miedo a perder su trabajo al día siguiente. Si no hay consumo, las empresas deciden recortar en publicidad. Si no hay publicidad, las televisiones privadas (y no privadas) se quedan sin ingresos. Y si no hay ingresos, el mercado audiovisual se va a tomar por culo.


En los últimos meses, se ha empezado a percibir cierto movimiento en las parrillas televisivas. 

Atresmedia se ha acercado y ha igualado, por primera vez en su historia, a Mediaset. El target comercial contra el share más democrático (y poco rentable). La aparición de nuevos proyectos, sin embargo, no es señal de mejora en el mercado laboral. Las productoras intentan cuidar a sus trabajadores, con uñas y dientes. No apuestan, ni de lejos, por savia nueva. Como mucho, van contratando  a becarios, que les salen gratis. Este es mi caso. Intento avanzarme y estar al loro de los nuevos formatos. Pero cuando envías Currículos, siempre terminas obteniendo la misma respuesta: Los equipos ya están cerrados. Siempre lo están. Como el caracol, ante las adversidades. Se cierra en su caparazón y espera que amaine el temporal.

Mi primera reacción, ante tanta indiferencia y negativa, fue pensar que todo era culpa mía. Que algo no hacía bien. Que no era suficientemente proactivo, que tenía que escribir un blog, guiones, páginas web… O que, a fin de cuentas, era un puto mediocre. Alguien que no merece formar parte del selecto grupo de personas que trabajan y, encima, disfrutan por ello. Todo el mundo es humano, y quizás, soy un cuadro como redactor y guionista… Pero, ¡qué  coño! 

Para meter la pata hasta el fondo, uno necesita tener la oportunidad de cagarla.


Espero que el día en el que el temporal amaine, algún jefazo de alguna productora televisiva se dé un golpe en la cabeza y decida apostar por mí. Entonces podré pronunciar: Dorothy, me parece que esto no es Kansas. Mientras, seguiré inmerso en este día de la marmota eterno, esperando esa llamada telefónica que de un vuelco a mi corazón y a mi vida.

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