martes, 17 de junio de 2014

LA EXTRAÑA LEVADAD DEL HYPE



Los estrenos de "Maléfica" y "Godzilla" permiten, a nuestro guionista parado, reflexionar acerca de los denominados Hypes. A saber, esas películas que se convierten en eventos mundiales que todo el mundo espera. "Maléfica" representa la cara amable de este tipo de fenómeno y "Godzilla", en términos generales, la mala. 

 

LOS ANTECEDENTES DEL HYPE
El Hype empezó a gestarse en los años setenta y ochenta, con la aparición de los Blockbusters. Esas películas que se estrenaban, a nivel simultáneo, a infinidad de salas y que tenían, como única finalidad, recaudar cantidades ingentes de dinero. George Lucas, el visionario, con “Star wars” renunció a sus honorarios a cambio de percibir todos los ingresos relacionados con la publicidad y el merchandising. En 1989, Peter Guber y Jon Peters dieron otra vuelta de tuerca, y plantearon “Batman” como un evento multidisciplinar. Camisetas, juguetes, cómics, libros y un Tráiler. Un tráiler de unos pocos minutos, que revoloteo el gallinero. ¡Y dé que manera! La gente asistía a los pases de películas infames, con el único objetivo de visionar ese avance del hombre murciélago. Cuando finalizaba, abandonaban la sala y volvían a sus casas. En la convención de cómics más importante del mundo, la Comic Con de San Diego, los fans compraron el VHS del tráiler, hasta agotar todas sus existencias. Luego vendría "Terminator 2", "Jurassic Park", "Independence Day" , "Titanic", "Mátrix"…

Pero el verdadero Hype se fortaleció, a medida que se afianzaba Internet y, más tarde, les redes sociales. Las campañas de publicidad, hasta entonces, habían sido efectivas, pero la aparición de Facebook, Twitter y los Blogs retroalimentaron, de manera exponencial, este fenómeno. Las productoras se dieron cuenta que la mejor manera de atraer la gente a los  cines, era aprovechar sus propias expectativas.

LA TEORÍA DEL HYPE INVERSO
Actualmente, las campañas de promoción empiezan mucho antes del estreno. Millones de fans acuden a los rodajes y hacen fotos del set de rodaje, del vestuario o de los guiones. Algunas veces, este ruido mediático favorece a las películas. Desgraciadamente, en otras ocasiones, las perjudican y las sentencian a muerte.

"Prometheus" de Ridley Scott, el esperado retorno del director al universo Alien, fue seguido y analizado con todo lujo de detalles. Se barajaron mil y una historias. Que si se trataba de una secuela directa, o de una precuela.  Que si los mismos actores de la saga original volverían a aparecer. En medio de todo este embrollo, Scott contrató a Damon Lindelof para reorientar el proyecto. Durante meses, todos los implicados se preocuparon de convencer a la parroquia que la trama era externa a la mitología Alien, y que quería ahondar en el misterio de la creación de las especies en la tierra. Y llegó el día del estreno. Los primeros minutos de la cinta son, sencillamente, espectaculares. Imágenes de una tierra primitiva, un enorme platillo volante que sobrevuela el planeta… Luego, la nada. Una historia sin pies ni cabeza, personajes vacíos y una narración mecánica. Nos dimos cuenta que el guión había sufrido muchas reescrituras. Daba la sensación de estar delante de una película fallida. Sin embargo, la gente acudió en masa a los cines. Y la inversión fue, en cierta medida, amortizada.
Algo parecido sucedió con la nueva película de Superman: “Man of steel” de Zack Synder. “Superman Returns” fue un fracaso estrepitoso. La campaña de promoción nos presentaba un Superman refundado y acorde a los nuevos tiempos. Y nada más lejos de la realidad, ya que Singer quiso hacer su particular homenaje al “Superman” de Richard Donner. Con Man of Steel, Warner se  cubrió las  espaldas y contrató a Christopher Nolan como autor del argumento y productor ejecutivo. Dos años antes del estreno, ya se dieron a conocer algunas fotos del nuevo traje y los bocetos de producción se empezaron a filtrar en las principales webs cinematográficas. Pero, de nuevo, llegó el estreno. Mucha gente sintió que le estaban tomando el pelo, descaradamente. Habían reciclado ese tamiz pseudopsicológico de la saga de “El Caballero Oscuro”, y lo habían aplicado al héroe de Metrópolis. Pero Clark Kent no era Bruce Wayne. La realización era demasiado confusa y lo que se contaba era demasiado banal y cogido con pinzas. Pero, nuevamente, fue un éxito. Warner ya prepara una nueva entrega, ahora protagonizada por Batman y Superman y transformada en película independiente. Dos años del estreno, ya se han filtrado algunas imágenes, subidas por el propio director, a Twitter. Tendremos que esperar a 2016 para comprobar, si en esta ocasión, no nos han dado gato por liebre.
En 2014 hemos asistido a un nuevo lavado de cara de Godzilla. Legend Pictures (otra vez Nolan) contrató a un director con personalidad propia, Gareth Edwards, para intentar alejarse del “Godzilla” palomitero de Ronald Emerich. En esta ocasión, los responsables se encargaron de esconder a la criatura, con con pudoroso cuidado. El Hype se crearía, a partir de la abstracción y las imágenes, inconscientes e individuales, de cada espectador. Unas semanas antes del estreno, Warner proyectó la película en algunos festivales y la opinión no pudo ser más desfavorable. La mala prensa corrió más rápido que la pólvora, y la gente acudió a las salas con una idea preconcebida bastante negativa. Al visionar “Godzilla”, puedes llegar a darte cuenta que no es ni tan buena ni tan mala. Edwards es un genio creando imágenes para el recuerdo, pero no puede hacer frente a un guión esquematizado, necesitado de tres o cuatro revisiones más.

SI LA COSA FUNCIONA...
Pero no siempre todo tiene que salir, forzosamente, mal. Algunas veces, el Hype termina funcionado. No es algo habitual, ya que es difícil (o casi imposible) superar las expectativas emocionales de cada persona.  
Con “Pacific Rim”, el estudio estaba muy acojonado. El proyecto era un refrito  de Anime, de película de monstruos, de cómic hipervitaminado… Y el director era Guillermo del Toro, un realizador que siempre ha sabido tirar adelante sus películas pero que no se ha caracterizado por ser un gran director de Blockbusters. Todo parecía ir en contra de “Pacific Rim”, pero Del Toro, muy consciente de lo que nos ofrecía, tiro la casa por la ventana. Dejo la pedantería en casa y nos sirvió un lujoso espectáculo de Serie B. Mucha gente, seguramente, no entendió el mensaje y asistió, sonrojada, a la película. Otra mucha, como servidor, se lo pasó pipa delante de un producto estival como Dios Manda. En un verano infestado por mastodontes como “El Hombre de Acero” o “Guerra Mundial Z”, el film de Del Toro sentó como un jarro de agua helada y refrescante.
Ese mismo verano, se estrenó “Star Trek: En la Oscuridad”, la segunda parte del reboot dirigido por J.J Abrams. Seguramente no existe peor Hype que ser una secuela de una película de éxito. Durante muchos años, se ha teorizado sobre las continuaciones. De si debían ser más grandes, con más personajes y más efectos especiales. Abrams, un freaky de mucho cuidado, tuvo todo esto en cuenta a la hora de desarrollar “En la Oscuridad”. El tono de la historia siguió basculando entre la acción y el humor aventurero. Como muestra, el prólogo. Un homenaje al cine de Spielberg y, especialmente, a la saga de Indiana Jones. Desgraciadamente, Abrams se mostró algo más torpe, al añadir elementos de pretenciosidad y supuesta oscuridad. El malo no era malo, porque sí. Aun sabiendo que se trataba de uno de los villanos más recordados de la serie, los guionistas le quisieron dar unas connotaciones políticas y sociales que desvirtuaron el conjunto. De hecho, esta fue la principal expectativa que se planteo a la audiencia. La identidad del malvado. Por suerte, el resto de personajes ya estaban bien dibujados, de origen, y las diferentes set pieces salvaron el conjunto.
En 2014, “Maléfica” tenía todas las cartas para terminar siendo un coñazo bíblico. Disney decidió trasladar sus películas de animación más famosas a imagen real, con “Alicia en el país de las maravillas” y “Oz”. Dos productos dirigidos por autores de la categoría de Tim Burton y Sam Raimi. Desgraciadamente, las dos carecían de vida y, sobretodo, de magia. La necesidad de alejarse de los referentes originales, hizo que la historia divagara y naufragara en una tierra de nadie. Con la noticia de una nueva versión de “La bella durmiente”, saltaron todas alarmas habidas y por haber. Por una parte, contratar a Angelina Jolie como Maléfica era un punto a su favor. Pero también ni Johnny Deep en “Alicia, ni James Franco en “Oz” consiguieron salvar el conjunto final. Pero si Jolie era el aliciente positivo, la contratación de Robert Stromberg, un desconocido técnico de efectos especiales, no resultaba demasiado alentadora. Pero, por suerte, en esta ocasión, la refundación del mito no patina del todo. El guión se marca unos objetivos claros y los cumple, sin más pretensiones. Y, gracias a Dios, lo hace con un metraje ajustado y que pasa relativamente rápido.





viernes, 25 de abril de 2014

90'S GUILTY PLEASURES



Ahora que ha terminado la Semana Santa y nos hemos redimido de nuestros pecados, es un buen momento para hablar de los Guilty Pleasures. A saber: Películas regulares, tirando a malillas, que adoramos y que hemos visto miles de veces. La década de los noventa estuvo trufada de este tipo de subproductos que tanto nos han marcado. Ahí va mi particular Top Ten (sin orden de preferencia).


SÉ LO QUE HICISTEIS EL ÚLTIMO VERANO (I know what you did the last summer. Jim Gillespie. 1997)
Kevin Williamson es un tipo listo. En pocos días escribió el guión de “Scream” y se lo presentó al maestro del Slasher ochentero: Wes Craven. Craven, que estaba en horas bajas, no pudo resistirse y dirigió un cóctel autorreferencial lleno de guiños cinematográficos y de frases rimbombantes. La película fue todo un éxito y desembocó en tres secuelas más.

A raíz de este fenómeno, Williamson se convirtió en el chico de moda y pudo vender algunos de sus guiones. 

Uno de ellos era “Sé lo que hicisteis el último verano”. El guionista se basó, muy libremente, en una novela de Lois Duncan que narraba la historia de un grupo de jóvenes que atropellaban a un hombre durante las festividades del 4 de julio. Muertos de miedo, los adolescentes hacen un pacto y deciden lanzar el cadáver al agua. Un año después Julie (Jennifer Love Hewitt) recibe una nota amenazante que le comunica que alguien sabe lo que hicieron el último verano.
Williamson pareció haber seguido un manual de guión clásico, al pie de la letra. Un primer acto que presenta la acción y los sospechosos. Un segundo acto que se dedica a la investigación de los hechos sucedidos y un tercer acto grandilocuente que revela la verdad al espectador. Todo es previsible pero funciona a la perfección. Seguramente, si Kevin Williamson no hubiera topado con un director tan solvente como Jim Gillespie otro gallo cantaría. El éxito del producto tiene mucho que ver con una realización elegante y misteriosa, con el excelente score de John Debney y con un plantel de actores carismáticos que hacen creíbles las motivaciones de unos personajes arquetípicos.

MENTES PELIGROSAS (Dangerous Minds. 1995. John N.Smith)
The Walt Disney Company se dedicó, durante los ochenta y noventa, a producir películas para un público, más o menos, adulto. Eran producciones bastante ligeras e insubstanciales. Lo hizo a través de filiales como Touchstone Pictures, Miramax y Hollywood Pictures. Esta última produjo “Mentes Peligrosas”, un vehículo hecho a la medida de Michelle Pfeiffer. La actriz, a través de su recién inaugurada productora Via Rosa, se enamoró de la historia real de una ex marine, LouAnne Johnson, reciclada a profesora de instituto problemático.

La historia en sí no es nueva. En “Rebelión en las aulas” Sidney Poitier intentaba educar a un grupo de jóvenes delincuentes y marginados sociales. En “El Club de los poetas muertos” Robin Williams usaba la poesía como arma revolucionaria ante una clase anestesiada por la ortodoxa educativa. 

En “Mentes peligrosas” todos estos motivos están retocados y adaptados a la diversidad étnica de los noventa y lo políticamente correcto. 

En la novela original, la protagonista debía lidiar con problemas de drogadicción, incesto y otras lindeces. En el film, la truculencia se rebaja y solo asistimos a una muerte inesperada al final de la historia. Un golpe de efecto que acentúa el carácter moralizante de la cinta.
Seguramente, estos cambios se deben al poder que ejerció Pfeiffer como productora. Cuando una gran estrella toma el mando de un proyecto, la cosa suele irse de madre. Le paso exactamente lo mismo a Meg Ryan, Nicole Kidman o Sandra Bullock. No obstante, la película se deja ver por sus actores (en especial Michelle Pfeiffer y George Dzundza) y por una banda sonora que fue un éxito de vendas en su día (con el famoso Gangsta’s Paradise de Coolio, o el score de Wendy & Lisa).

MI PADRE QUÉ LIGUE (My father, my héroe. Steve Miner. 1994)
He aquí otra producción Disney, vehiculada por Touchstone. Se trata de un remake de una película francesa llamada, en España, “Mi Padre mi héroe”. En los ochenta y noventa se puso de moda adaptar películas francesas de gran éxito comercial como “Tres solteros y un biberón” o “La jaula de las locas”.
La película sigue, al pie de la letra, el original. Las dos principales diferencias son el presupuesto y el tono. En la versión americana, el presupuesto es mucho mayor. Destacan tanto los exteriores en Nueva York, Paris y el Caribe como ciertas secuencias de peligro que no existían en el film original. 

La película juega el equívoco que provoca la joven Nicole (una irreconocible Katherine Heigl) cuando cuenta a todo el mundo que su padre es, en realidad, su amante. 

En la versión original podemos apreciar algunos apuntes relacionados con la pedofilia y su aceptación social. En la versión Hollywoodiense, se deja muy claro que el único amor que existe es el paterno filial.
Gérard Depardieu repitió como protagonista y se puede considerar el mayor acierto de la cinta. Depardieu maneja a la perfección el tempo de la comedia y la ternura de un padre dispuesto a hacer lo que sea para ayudar a su insoportable hijita adolescente. También llama la atención un plantel de secundarios que revisten de entidad una historia endeble e insustancial (Stephen Tobloskwy, Lauren Hutton o una fugaz Emma Thompson). Pero es, precisamente, esa insustancialidad lo que convierte “Mi padre, ¡qué ligue! en un producto perenne. Pasa como un soplo y es agradabilísima de ver y de revisitar, una y otra vez.

ME GUSTAN LOS LÍOS (I love troubles. Charles Shyer. 1994)
Y otra producción Touchstone, protagonizada por Julia Roberts y Nick Nolte. Responde a todas las constantes de la productora. Fotografía cálida, hermosa banda sonora (de David Newman) y una trama ligera, con toques de intriga y suspense. El concepto de la película es muy poco original e intenta emular (sin conseguirlo) las comedias protagonizadas por Katherine Hepburn y Cary Grant. A saber: Un hombre y una mujer, rivales en el trabajo, que acaban teniendo una gran historia de amor.
En “Me gustan los líos”, la pareja protagonista son dos periodistas, de periódicos rivales, que investigan un misterioso descarrilamiento de tren. Nick Nolte interpreta a Peter Brackett, un perro viejo de la profesión que vive de sus éxitos pretéritos y se pasa todo el día ligando con jovenzuelas. Julia Roberts es Sabrina Peterson, una periodista con poca experiencia y que quiere comerse el mundo. 

Una conspiración farmacéutica es la excusa argumental para asistir a una serie de secuencias cómicas que desembocan en el inevitable Happy End.

Dicha trama conspiranoíca, no obstante, engancha lo suficiente como para morder el anzuelo. A eso le sumamos un Chicago en todo su esplendor y unos protagonistas carismáticos y tenemos la fórmula, prefabrica e impersonal sí, pero perfecta.

LA SOMBRA (The Shadow. Russell Mulcahy. 1994)
La Sombra es, seguramente, uno de los personajes de cómic más maltratados de la historia. Actualmente existe algún proyecto que quiere resucitar la historia de Lamont Craston, un soldado norteamericano que se refugia en el Tibet. Ahí se establece como un peligroso traficante de Opio, hasta que un monje tibetano lo detiene y le enseña el milenario poder de manipular la mente de otras personas. Craston se redime y vuelve a Estados Unidos para luchar contra los malhechores, capitaneados por el último descendiente de Genghis Khan.
En 1994, “Batman” de Tim Burton seguía siendo el referente estético principal a la hora de afrontar una adaptación de cómic. En “La Sombra”, lo podemos comprobar de manera empírica, con la tenebrosa banda sonora de Jerry Goldsmith, el diseño de vestuario de Bob Ringwood y los planos aéreos de una ciudad Art Déco.

El director, Russel Mulcahy, supo captar a la perfección el tono de serial radiofónico del relato original. 

Los personajes son pura caricatura, empezando por el malvado Shiwan Khan y terminado por la damisela en apuros, Margo Lane (Penelope Ann-Miller). Fue, en mi opinión, esa decisión narrativa lo que descoloco al público de esa época. David Koeep, uno de los grandes guionistas de Hollywood, escribió su particular homenaje a un tipo de narración oscura, a la par que ingenua, testigo de un Estados Unidos asolado por la Gran Depresión.

CONGO (Congo. Frank Marshall. 1995)
“Congo” guarda bastantes similitudes con “La Sombra”, empezando por la excelente banda sonora de un Jerry Goldsmith. Las dos películas son películas de (mediano) gran presupuesto con espíritu de Serie B. En el caso de “Congo” podríamos hablar de las denominados “exploitations”, o películas que explotan formulas de éxito contrastado. El director Frank Marshall, productor habitual de Steven Spielberg, era un especialista en este tipo de productos (fue realizador de Aracnofobia) y decidió adaptar el Best Seller de Michael Crichton “Congo”. Marshall, junto a Kathleen Kennedy, produjo Jurassic Park y se propusieron repetir la jugada. Una trama con elementos tecnológicos, bichos y efectos especiales.
La novela de Crichton era una especie de Remake encubierto de la leyenda de “Las minas del rey Salomón”. El principal elemento diferenciador era una mona que hablaba, a través de un mecanismo, y unos gorilas albinos asesinos. El resto de la historia discurría por lugares comunes. Un magnate de la comunicación sin escrúpulos, un antropólogo bonachón, un cazatesoros lunático y un guía rudo pero con buen corazón. Por suerte, la película dura unos ajustadísimos 109 minutos y, a diferencia de “Jurassic Park”, va bastante directa al grano.

Como siempre, el elenco de actores aguantó el tenderete. Destaco la, aún desconocida, Laura Linney o Tim Curry como demencial busca fortunas rumano. 

“Congo” no engaña a nadie y consigue, con sus efectos especiales y decorados de cartón piedra, un equilibro encomiable entre pretensiones y resultados.

BATMAN FOREVER (Batman Forever. Joel Schumacher 1995)
El proceso de producción de “Batman Forever” da para hacer una película propia. Tim Burton, con “Batman Vuelve”, realizó uno de sus filmes más bellos y personales. Desgraciadamente, Warner se asustó al ver el resultado y decidió que la historia de amor entre el hombre murciélago y el director de Burbank había terminado. Quizás por remordimientos o por miedo a la reacción de los fans, los ejecutivos designaron a Tim Burton como productor de la nueva aventura de Batman, “Batman Forever”. Se aprovecharon algunas ideas de Burton, como la aparición de Enigma y se añadieron otros descartes, como la llegada de Robin en la saga.

“Batman Forever” es una película esquizofrénica. “Batman Vuelve” era demasiado oscura y “Batman & Robin” era más colorida que el orgullo gay de Maspalomas. 

Pero “Batman Forever” estaba en tierra de nadie. Aún conservaba el espíritu melancólico y misterioso de las películas de Burton, pero empezaba a mostrar graves síntomas de infantilización. A saber: La descripción de los villanos obvió el retrato psicológico y optó por una visión ligera y divertida.
No obstante, la película fue una revolución. Batman se volvió un personaje sexy y Gotham se abrió a otros escenarios, magnificados por la incipiente aparición de los efectos digitales por ordenador. El diseño de vestuario se refinó al máximo y el engranaje de Hollywood parió uno de los Blockbusters más importantes de los 90.

ACOSADA (Sliver. Phillip Noyce. 1993)
“Acosada” es un subproducto dirigido por Philipp Noyce , protagonizada por Sharon Stone y el más irritante de los hermanos Baldwin, William. Stone había perdido el norte profesional después de “Instinto Básico” y se debatía entre repetir el eterno personaje con alto contenido erótico o intentar demostrar que era una buena actriz dramática (fracasó en “Entre dos mujeres” y lo consiguió en la magna “Casino”). En este caso, Stone optó en reincidir en el thriller erótico y protagonizó esta adaptación de una novela de Ira Levin (autor de “La Semilla del Diablo”.
Levin estaba obsesionado con los edificios y las comunidades de vecinos. En la película de Polanski, los vecinos eran adoradores de Satán y en “Acosada” los inquilinos tenían especial predilección por el voyerismo y el homicidio. Carly, la protagonista, se muda a un gran rascacielos equipado con las últimas novedades tecnológicas. Ahí conoce a un joven misterioso y ricachón, dueño del edificio entero (Stephan Baldwin) y a un hombre maduro (Tom Berenger), oscuro y solitario.

Como os podéis imaginar, la trama consiste en descubrir quién de los dos es un asesino que se dedica a tirar a mujeres por el balcón. 

Joe Esztherhas, guionista de “Instinto Básico” despachó el libreto sin demasiado interés y Noyce usó los peores clichés de la narrativa audiovisual noventera. Zooms, filtros, imágenes de VHS… Y es, precisamente, en ese look y la banda sonora (con un tema central compuesto por Enigma) donde radica su encanto.  

LEYENDAS DE PASIÓN (Legends of fall. Edward Zick. 1994)
“Leyendas de Pasión” tenía todos los elementos necesarios para convertirse en un gran clásico. Una fotografía majestuosa, una banda sonora épica y bellísima de James Horner, unos actores en estado de gracia y una historia más grande que la vida. Pero, desgraciadamente, algo falló. Edward Zick quería recuperar el espíritu de los grandes melodramas de Hollywood pero se olvidó de ese intangible que no se consigue con un gran presupuesto, ni con el mejor equipo. Se olvidó del alma.
“Leyendas de Pasión” es un relato corto de Jim Harrison, un autor obsesionado con la venganza, la traición y la relación entre hombres. 

La historia es lo que se denomina una novela-río. Una historia familiar que abarca varias décadas y conflictos históricos. 

En este caso, la llegada de Samuel (el hijo pequeño) con su prometida Susannah revoloteará el hogar de los Ludwlow.
Anthony Hopkins está esplendido, interpretando un coronel alejado del mundo. Anthony Quinn borda el papel de hermano responsable y Brad Pitt interpreta el hermano salvaje. Es quizás este personaje, junto a la acumulación atropellada de desgracias (que daría para tres temporadas de una serie actual), lo que entorpece el resultado final. Nunca entendemos el lado oscuro de Tristan, el personaje interpretado por Pitt, ni nos acabamos de emocionar con unos paisajes que parecen sacados de un anuncio de tabaco rubio.

SHOWGIRLS (Showgirls. Paul Verhoven. 1995)
Y para terminar este Top Ten, la madre de los Guilty Pleasures. Una película de culto, un clásico del mal gusto y de la depravación más absoluta. “Showgirls” es un Remake casi calcado de “All About Eve”. Si en esta película, la acción transcurría en Broadway, en la película de Verhoven la acción se desplaza al mundo de las Showgirls y bailarinas de Las Vegas.
El paso del tiempo ha permitido entender, con perspectiva, las intenciones malévolas y despiadadas del director Holandés. Si en Robocop Verhoven se burlaba de la era Reagan y en Starship Troppers criticaba la capacidad de seducción fascistoide de los ejércitos, en Showgirls nos muestra la putrefacción y la corrupción que inunda la ciudad del pecado. Y lo hace con una realización plana y televisiva, con una fotografía sucia y con mucho plástico y purpurina. Nomi es una chica del medio oeste dispuesta a hacer lo que sea para triunfar como bailarina. Al final de la historia descubrirá que, a veces, el dueño del puticlub más cochambroso puede tener mejor corazón que el ejecutivo guaperas más poderoso de Nevada.

Verhoven no deja títere con cabeza. Todos los personajes buscan algo y no tienen ningún escrúpulo para conseguirlo. 

Desde el coreógrafo que sólo quiere bailarinas para llevárselas a la cama, pasando por el dueño del casino que contrata a sus Showgirls para trabajar como prostitutas, a la impunidad de una estrella del Rock duro, que viola a una pobre chica y se va de rositas. “Showgirls” se puede considerar la biblia del espectáculo y un manual necesario para la comunidad gay.

jueves, 3 de abril de 2014

LA SERIALIZACIÓN DEL CINE NORTEAMERICANO






El reciente estreno de la segunda parte de El Capitán América es una buena excusa para analizar las secuelas y sagas cinematográficas, desde sus orígenes a la actualidad.



EL CONCEPTO ORIGINAL

Desde los inicios del cine, han existido muchas películas basadas en folletines literarios. Esa estructura se basaba en la sucesión de pequeñas aventuras, en forma seriada. Con los años, las secuelas fueron relegadas a la serie B y Z. Era una pura explotación de éxitos de taquilla, sin ningún tipo de valor artístico.

En los años 50, en Inglaterra, se rodó la adaptación de la novela de Ian Fleming, “James Bond contra el Doctor No”. Fue un éxito de taquilla y la primera entrega de una saga basada en las aventuras del agente 007 (que aun prosiguen en nuestros tiempos). No obstante, no existía ninguna mentalidad de continuidad. Solo se conservaba la figura del productor y de los guionistas. El actor encargado de encarnar a James Bond fue variando, al cabo de los años.

A finales de los años 70, Steven Spielberg dirigió “Jaws”. El realizador era reacio a dirigir secuelas pero, aun así, se terminaron realizando tres entregas más (A cada cual peor). Otro componente de la denominada Nueva Ola Americana, George Lucas, se lanzó a la piscina y apostó por una Soap Opera espacial, llamada “Star Wars”. Renunció a su sueldo como director y guionista, a cambio de hacerse con todos los derechos relacionados con el merchandising

Lucas quería dirigir dos trilogías pero desechó la idea, debido a su enorme envergadura. 


Produjo dos películas más, que completaban el arco argumental de la primera: “El imperio contraataca” y “El Retorno del Jedi”. En esa época, George Lucas y Steven Spielberg idearon una historia de un arqueólogo llamado Indiana Jones. “Indiana Jones y el arca perdida” marcó un antes y un después en el cine comercial y se realizaron dos continuaciones, “Indiana Jones y el tiempo Maldito” y “Indiana Jones  y la última cruzada” (que compartían un patrón estético y narrativo prácticamente único). 
Otro de los directores que formaban parte de la Nueva Ola, Francis Ford Coppola, adaptó una novela que narraba la historia de una familia mafiosa: “El Padrino”. La aceptación, a nivel de público y crítica, impulsaron la realización de una secuela superior, “El Padrino parte 2”, y de una conclusión mucho más inferior, “El Padrino parte 3”. En “El Padrino” o “Star Wars” sus creadores tenían una idea unitaria en la cabeza.


EL HOBBIT Y EL APRENDIZ DE MAGO
El punto de inflexión se produjo, a mi entender, en el año 2001. Peter Jackson quería rodar la adaptación de “El Señor de los Anillos”. El proyecto estaba encallado, porqué no encontraban la manera de comprimir los sucesos de las tres novelas en una sola película. Jackson convenció a la New Line Cinema, y acabó rodando una trilogía. 

La empresa era gigantesca y, para abaratar costes, se tomó una decisión muy poco habitual. Grabar los tres capítulos, a la vez. 


La iniciativa comportaba ciertos peligros  ya que, si no funcionaba la primera parte, se corría el riesgo de no amortizar la inversión realizada. Por suerte, “El señor de los anillos: La Comunidad del Anillo” superó todas las previsiones y fue un éxito internacional. “El señor de los anillos” coincidió con el auge de los videojuegos, cada vez más cinematográficos, y de la ficción televisiva. La postmodernidad estaba transformando a la audiencia. El relato, como ente cerrado, se estaba dilucidando, a pasos agigantados.


El otro momento clave también estuvo relacionado con una adaptación literaria. Estoy hablando de Harry Potter, un fenómeno editorial que afianzó un género en sí mismo, el Young Adult. A saber: Novelas destinadas a niños de 7 años para  arriba y a adolescentes. Un tipo de ficción muy versátil que enganchaba, tanto a hijos como a padres. La estructura de este género es bastante rígida y se suele cumplir siempre. Un personaje joven e identificable, con un pasado que ignora y con una misión que debe cumplir para salvarse. En medio de todo esto, se añade una historia romántica y elementos fantásticos y de misterio. Los ejecutivos de Warner fueron conscientes de esta nueva tendencia y se hicieron con los derechos de los libros de J.K Rowling. Las dos primeras películas fueron realizadas por Chris Columbus (que ya se encargó de una historia muy similar, en los ochenta, llamada “El Secreto de la Pirámide”). El resto de la saga fue dirigida por directores distintos, pero se mantuvo un único corpus estético y narrativo (mismo productores, mismo guionista…). Pero, para bien o para mal, las historias se terminan y llega un momento en que te quedas sin material de base. Eso es lo que sucedió con “Harry Potter y las Reliquias de la muerte”. 

Warner, que de tonta no tiene un pelo, decidió rodar la última entrega de la saga Potter, en dos partes, de un tirón. 

 

De esta manera, alargando el chicle, podría recaudar el doble para presenciar la resolución de la historia.

Summit apostó fuerte por una Young Adult que narraba la eterna lucha entre Vampiros y Hombres Lobo, “Crepúsculo”. La primera parte rompió la taquilla y se rodaron las adaptaciones de las otras novelas de la saga. Diferentes directores, pero un estilo unitario. Para la última novela, la productora siguió el ejemplo de “Las Reliquias de la Muerte” y troceó “Amanecer” en dos partes. Esta decisión comercial, también artística, tiene sus pros y sus contras. Si la cosa funciona ingresas el doble, pero también te ves obligado a estirar la trama hasta límites poco tolerables. Sin embargo, el público no se aburrió con las largas secuencias de transición, ni con las subtramas perfectamente prescindibles. La transformación se había producido.


DC VS MARVEL
Después del fiasco de “Batman y Robin”, la Warner intentó adaptar “Batman: Año Uno”, pero la cosa terminó mal. No obstante, la mayoría de las ideas surgidas de esa adaptación se aprovecharon en “Batman Begins”, de Christopher Nolan. Nolan fue listo y planteó una trilogía cerrada y un reboot.  (O reinició de la mitología que todo el mundo conocía, explicando los orígenes del personaje). La audiencia compró la idea y la película fue un éxito. 

Junto con “X-Men”, volvió a dar entidad psicológica y artística a un género, el de los superhéroes, que había llegado a cotas preocupantes de infantilización. 


Christopher Nolan siguió la estela de Lucas y esbozó un arco dramático completo. Los arcos dramáticos suelen usarse en la televisión, para fundamentar las bases de una historia que se debe desarrollar a lo largo de una o varias temporadas. Nolan y David S. Goyer rescataron esa idea para el cine y crearon, en cierta manera, escuela. “El Caballero Oscuro” seguía la historia de su predecesora, aun siendo muy superior, y “El Caballero Oscuro: La Leyenda renace” completaba la narración recuperando la historia de la primera parte. 

Warner adoptó a Nolan, como su hijo pródigo, y le encargó la reformulación de otra saga del DC comics, Superman. La historia siguió el mismo patrón y narró los orígenes de “El Hombre de Acero”. Le otorgó mayor hondura psicológica y una estructura narrativa arriesgada, pero no demasiado. Nolan escribió el argumento y pasó a ser consultor de contenidos, relegando la dirección a Zack Snyder. Servidor piensa que la jugada no salió del todo redonda. Batman y Superman no son lo mismo y no se pueden enfocar de la misma manera. Lo mismo se puede decir de Snyder y Nolan. El primero tiene un pulso espitoso y el segundo es más analítico y reflexivo.

Por su parte, la Marvel estudió, a consciencia, los fallos estratégicos de su competidora directa, DC Comics. Las adaptaciones cinematográficas de DC son propiedad de Warner. Desgraciadamente, hasta la llegada de Nolan, la estrategia comercial de Warner, hacia su cantera de superhéroes, fue más que errática. No se trazó un plan maestro, para intentar intercalar historias y dar unidad al universo DC. 

Los cómics de Marvel siempre intentaron construir una cosmogonía propia, coherente. Una especie de mitología que tenía su máxima expresión en la serie de “Los Vengadores”. 

 

Una entente entre los superhéroes más famosos de la compañía, que unían sus fuerzas. En DC existía “La liga de la justicia” pero era diferente. Batman y Superman tiene una personalidad demasiado marcada. Thor y el Capitán América podían trabajar juntos, sin temer por un choque de egos. Y llegó el día en que la Marvel fue absorbida por la Disney, en una operación que empezó con la absorción de Píxar y ha concluido con la adquisición de Lucasfilm. La Disney sabía que si se hacía con la Marvel podría producir varias películas al año, con un éxito casi seguro. Se puso en marcha “Thor” y “Iron Man 2”. En el final de cada una de ellas, se incluía una pieza que daba a entender que existía una interconexión entre sus universos. 
Cameos de personajes, historias con final abierto… El alma de los seriales antiguos, reformado y adaptado a los tiempos modernos. “Los Vengadores”, la peli, reunió a todos los personajes luchando contra Loki, el hermano y enemigo de Thor. “El Capitán América: El Soldado de Invierno” sucede justo después de “Los Vengadores” y deja el terreno abonado para “Los Vengadores: La era de Últron”.



UNA NUEVA NARRATIVA
La Disney seguirá su estrategia de explotar la gallina de los huevos de oro con dos nuevas sagas de “Indiana Jones” y “Star Wars” (dos creaciones de Lucas, que ha cedido su herencia creativa a la Disney). J.J Abrams es el encargado de impulsar una nueva trilogía de las Galaxias que sucederá vente años después de “El Retorno del Jedi”. La idea es expandir el universo, redactando un arco argumental que permita interconexiones con series de tele y videojuegos. El caso de Indy es más complicado, ya que Harrison Ford está bastante cascadillo. La idea actual es hacer un reboot, o lavado de cara. Escoger a un actor joven que nos cuente los orígenes de Indy (ya narrados en “Indiana Jones y la última cruzada y la serie “Las aventuras del joven Indiana Jones).


Todo esto no sería posible sin la paciencia de un público que ha cambiado sus hábitos culturales. 


La ficción televisiva con “Lost” o “Juego de tronos” nos ha adiestrado. Nos adaptamos a relatos eternos, trufados de tramas secundarias. El cine también ha mutado, y ya no nos ofrece experiencias únicas. Cada película formará parte de un todo mucho más grande. Es una oportunidad, y una gran responsabilidad, para transformar la narrativa humana.