lunes, 27 de enero de 2014

BIENVENIDO, MR MARSHALL



Después de las vacaciones navideñas, tengo que confesaros que me ha costado un poquito volver a escribir a este blog. Os hablaré de un tema que aparece, muy de vez en cuando en la prensa y en las redes sociales. Ojo, que se trata de una buena noticia y ya sabemos que las buenas noticias no suelen prodigarse demasiado.



Nos hemos pasado media vida mirando hacía el otro lado del charco. 

Me refiero a los españoles, en mayor parte, pero también al resto de europeos. A veces, el espejo nos mostraba un reflejo deformado y nos asustábamos. Intentábamos sentirnos superiores y nos dedicamos a machar a los Estados Unidos. Con su joven democracia, sus consumismo enfermizo, su puritanismo o su industria cinematográfica. Así es: INDUSTRIA. En el viejo continente, el cine o el teatro siempre fueron considerados un arte supremo y no un sector industrial que se debiera mimar. En América del Norte, la figura clave era la del productor y en Europa, la del autor. 
  

No podemos negarlo, pero tampoco podemos dejar de percatarnos que algunas cosas se están moviendo, muy poco a poco. 

Quizás por una necesidad comercial imperiosa, que obliga a reestructurar y modernizar un mercado tocado de muerte. El año pasado, Dreamworks se hizo con los derechos de “Pulseras Rojas”, de Albert Espinosa. Una serie arriesgada, porqué nos habla de niños con enfermedades terminales. Fue una apuesta clara de la antigua directora de la televisión pública catalana. (Me gustaría ver que directivo de cualquier otra cadena, actualmente, se arriesgaría a producirla). Spielberg sintió una fuerte conexión con la sensibilidad extrema de Espinosa. El tema de la infancia, la enfermedad, la relación con el mundo adulto… Y no es de extrañar. 


Albert Espinosa es un fan declarado de la productora Amblin. El círculo se cerraba y la televisión americana empezó a interesarse en España.

Hace pocos días leí que “Los Misterios de Laura” había sido adquirida por la NBC y que Greg Berlanti (de Dawson’s Creek) sería su showrunner. Otra sorpresa muy agradable y otra producción, de nuevo, que se inscribe bajo unos parámetros muy anglosajones: La típica fórmula del whodunit. De hecho, “Los misterios de Laura” no deja de ser un “Se ha escrito en crimen” castizo. En este caso, Laura es policía y no escritora pero debe lidiar con problemas domésticos, como Jessica Fletcher. 

 

 “Los Misterios de Laura” es una ficción de género puro y duro. Tiene costumbrismo, pero no abusa de él. 

Apuesta por la intriga y no por la sobresaturación de tramas (con abuelos, niños, adolescentes…) que responden a una simple estrategia de Marketing. La serie nació durante la etapa Zapatero, cuando TVE apostaba por la ficción. Con la llegada de la crisis, la cadena pública cambió de orientación y cortó el grifo. Tanto “Cuéntame”, como “La República” o “Los Misterios de Laura” estuvieron guardadas en la nevera, durante mucho tiempo, sin fecha de estreno. Ingeniería financiera: Si no estrenas una producción, no aparece en los presupuestos generales del estado. Parece mentira, pero no lo es. Una serie como “Los Misterios de Laura” pudo quedarse a la estacada, sin más. Paradójicamente, han tenido que venir los americanos a demostrarnos que era un buen, y exportable, producto.


Y para terminar, tenemos Bambú. Una productora dedicada a la ficción de género. Una ficción musculosa, que presenta producciones con factura visual y narrativa casi comparable a la estética cinematográfica. “Herederos” y, sobretodo, “Gran Hotel” han marcado la diferencia. 

Bambú no ha esperado a que vinieran de fuera y ha desarrollado una marca internacional que se dedica a vender sus producciones.

“Gran Hotel” ha llamado la atención de muchos países europeos. En Estados Unidos, la todopoderosa Fox ha mostrado su interés y producirá la versión americana. 


Ahora solo nos faltan creer más en nuestra ficción y olvidar fórmulas anticuadas que no atraen al público de dentro ni de fuera. 

Necesitamos dar más poder a los directores argumentales. Deben desempeñar la figura del productor ejecutivo o showrunner. De esta manera, existiría una coherencia unificadora que daría sentido y empaque a la producción. Otra medida urgente es la de eliminar la multiplicidad de tramas, dependiendo de todos los sectores poblacionales. La época de Médico de Familia (y de Globomedia) ha terminado. Guiémonos por el denominado target comercial. Es decir, el intervalo demográfico que se dedica a gastar su pasta. Hagamos series generalistas, pero que tengan un telespectador final.

Hoy en día, la ficción española no puede competir con las grandes cadenas de pago estadounidenses. Pero quizás, con el tiempo, conseguiremos ser más exportables y podremos arriesgar cada vez más.

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