Los estrenos de "Maléfica" y "Godzilla" permiten, a nuestro guionista parado, reflexionar acerca de los denominados Hypes. A saber, esas películas que se convierten en eventos mundiales que todo el mundo espera. "Maléfica" representa la cara amable de este tipo de fenómeno y "Godzilla", en términos generales, la mala.
LOS ANTECEDENTES DEL HYPE
El Hype
empezó a gestarse en los años setenta y ochenta, con la aparición de los
Blockbusters. Esas películas que se estrenaban, a nivel simultáneo, a infinidad
de salas y que tenían, como única finalidad, recaudar cantidades ingentes de
dinero. George Lucas, el visionario, con “Star wars” renunció a sus honorarios
a cambio de percibir todos los ingresos relacionados con la publicidad y el
merchandising. En 1989, Peter Guber y Jon Peters dieron otra vuelta de tuerca,
y plantearon “Batman” como un evento multidisciplinar. Camisetas, juguetes,
cómics, libros y un Tráiler. Un tráiler de unos pocos minutos, que revoloteo el
gallinero. ¡Y dé que manera! La gente asistía a los pases de películas infames,
con el único objetivo de visionar ese avance del hombre murciélago. Cuando
finalizaba, abandonaban la sala y volvían a sus casas. En la convención de
cómics más importante del mundo, la Comic Con de San Diego, los fans compraron
el VHS del tráiler, hasta agotar todas sus existencias. Luego vendría "Terminator
2", "Jurassic Park", "Independence Day" , "Titanic", "Mátrix"…
Pero el
verdadero Hype se fortaleció, a medida que se afianzaba Internet y, más tarde,
les redes sociales. Las campañas de publicidad, hasta entonces, habían sido
efectivas, pero la aparición de Facebook, Twitter y los Blogs retroalimentaron,
de manera exponencial, este fenómeno. Las productoras se dieron cuenta que la
mejor manera de atraer la gente a los cines,
era aprovechar sus propias expectativas.
LA TEORÍA DEL HYPE INVERSO
Actualmente,
las campañas de promoción empiezan mucho antes del estreno. Millones de fans
acuden a los rodajes y hacen fotos del set de rodaje, del vestuario o de los
guiones. Algunas veces, este ruido mediático favorece a las películas.
Desgraciadamente, en otras ocasiones, las perjudican y las sentencian a muerte.
"Prometheus"
de Ridley Scott, el esperado retorno del director al universo Alien, fue
seguido y analizado con todo lujo de detalles. Se barajaron mil y una
historias. Que si se trataba de una secuela directa, o de una precuela. Que si los mismos actores de la saga original
volverían a aparecer. En medio de todo este embrollo, Scott contrató a Damon Lindelof
para reorientar el proyecto. Durante meses, todos los implicados se preocuparon
de convencer a la parroquia que la trama era externa a la mitología Alien, y
que quería ahondar en el misterio de la creación de las especies en la tierra.
Y llegó el día del estreno. Los primeros minutos de la cinta son, sencillamente,
espectaculares. Imágenes de una tierra primitiva, un enorme platillo volante
que sobrevuela el planeta… Luego, la nada. Una historia sin pies ni cabeza,
personajes vacíos y una narración mecánica. Nos dimos cuenta que el guión había
sufrido muchas reescrituras. Daba la sensación de estar delante de una película
fallida. Sin embargo, la gente acudió en masa a los cines. Y la inversión fue,
en cierta medida, amortizada.
Algo
parecido sucedió con la nueva película de Superman: “Man of steel” de Zack
Synder. “Superman Returns” fue un fracaso estrepitoso. La campaña de promoción
nos presentaba un Superman refundado y acorde a los nuevos tiempos. Y nada más
lejos de la realidad, ya que Singer quiso hacer su particular homenaje al “Superman”
de Richard Donner. Con Man of Steel, Warner se
cubrió las espaldas y contrató a
Christopher Nolan como autor del argumento y productor ejecutivo. Dos años antes
del estreno, ya se dieron a conocer algunas fotos del nuevo traje y los bocetos
de producción se empezaron a filtrar en las principales webs cinematográficas.
Pero, de nuevo, llegó el estreno. Mucha gente sintió que le estaban tomando el
pelo, descaradamente. Habían reciclado ese tamiz pseudopsicológico de la saga
de “El Caballero Oscuro”, y lo habían aplicado al héroe de Metrópolis. Pero
Clark Kent no era Bruce Wayne. La realización era demasiado confusa y lo que se
contaba era demasiado banal y cogido con pinzas. Pero, nuevamente, fue un
éxito. Warner ya prepara una nueva entrega, ahora protagonizada por Batman y
Superman y transformada en película independiente. Dos años del estreno, ya se
han filtrado algunas imágenes, subidas por el propio director, a Twitter.
Tendremos que esperar a 2016 para comprobar, si en esta ocasión, no nos han
dado gato por liebre.
En 2014
hemos asistido a un nuevo lavado de cara de Godzilla. Legend Pictures (otra vez
Nolan) contrató a un director con personalidad propia, Gareth Edwards, para
intentar alejarse del “Godzilla” palomitero de Ronald Emerich. En esta ocasión,
los responsables se encargaron de esconder a la criatura, con con pudoroso
cuidado. El Hype se crearía, a partir de la abstracción y las imágenes,
inconscientes e individuales, de cada espectador. Unas semanas antes del
estreno, Warner proyectó la película en algunos festivales y la opinión no pudo
ser más desfavorable. La mala prensa corrió más rápido que la pólvora, y la
gente acudió a las salas con una idea preconcebida bastante negativa. Al
visionar “Godzilla”, puedes llegar a darte cuenta que no es ni tan buena ni tan
mala. Edwards es un genio creando imágenes para el recuerdo, pero no puede
hacer frente a un guión esquematizado, necesitado de tres o cuatro revisiones
más.
SI LA COSA FUNCIONA...
Pero no
siempre todo tiene que salir, forzosamente, mal. Algunas veces, el Hype termina
funcionado. No es algo habitual, ya que es difícil (o casi imposible) superar
las expectativas emocionales de cada persona.
Con “Pacific
Rim”, el estudio estaba muy acojonado. El proyecto era un refrito de Anime, de película de monstruos, de cómic hipervitaminado…
Y el director era Guillermo del Toro, un realizador que siempre ha sabido tirar
adelante sus películas pero que no se ha caracterizado por ser un gran director
de Blockbusters. Todo parecía ir en contra de “Pacific Rim”, pero Del Toro, muy
consciente de lo que nos ofrecía, tiro la casa por la ventana. Dejo la
pedantería en casa y nos sirvió un lujoso espectáculo de Serie B. Mucha gente,
seguramente, no entendió el mensaje y asistió, sonrojada, a la película. Otra
mucha, como servidor, se lo pasó pipa delante de un producto estival como Dios
Manda. En un verano infestado por mastodontes como “El Hombre de Acero” o “Guerra
Mundial Z”, el film de Del Toro sentó como un jarro de agua helada y
refrescante.
Ese mismo
verano, se estrenó “Star Trek: En la Oscuridad”, la segunda parte del reboot
dirigido por J.J Abrams. Seguramente no existe peor Hype que ser una secuela de
una película de éxito. Durante muchos años, se ha teorizado sobre las
continuaciones. De si debían ser más grandes, con más personajes y más efectos
especiales. Abrams, un freaky de mucho cuidado, tuvo todo esto en cuenta a la
hora de desarrollar “En la Oscuridad”. El tono de la historia siguió basculando
entre la acción y el humor aventurero. Como muestra, el prólogo. Un homenaje al
cine de Spielberg y, especialmente, a la saga de Indiana Jones. Desgraciadamente,
Abrams se mostró algo más torpe, al añadir elementos de pretenciosidad y
supuesta oscuridad. El malo no era malo, porque sí. Aun sabiendo que se trataba
de uno de los villanos más recordados de la serie, los guionistas le quisieron
dar unas connotaciones políticas y sociales que desvirtuaron el conjunto. De
hecho, esta fue la principal expectativa que se planteo a la audiencia. La
identidad del malvado. Por suerte, el resto de personajes ya estaban bien
dibujados, de origen, y las diferentes set pieces salvaron el conjunto.
En
2014, “Maléfica” tenía todas las cartas para terminar siendo un coñazo bíblico.
Disney decidió trasladar sus películas de animación más famosas a imagen real,
con “Alicia en el país de las maravillas” y “Oz”. Dos productos dirigidos por
autores de la categoría de Tim Burton y Sam Raimi. Desgraciadamente, las dos
carecían de vida y, sobretodo, de magia. La necesidad de alejarse de los
referentes originales, hizo que la historia divagara y naufragara en una tierra
de nadie. Con la noticia de una nueva versión de “La bella durmiente”, saltaron
todas alarmas habidas y por haber. Por una parte, contratar a Angelina Jolie
como Maléfica era un punto a su favor. Pero también ni Johnny Deep en “Alicia,
ni James Franco en “Oz” consiguieron salvar el conjunto final. Pero si Jolie
era el aliciente positivo, la contratación de Robert Stromberg, un desconocido
técnico de efectos especiales, no resultaba demasiado alentadora. Pero, por
suerte, en esta ocasión, la refundación del mito no patina del todo. El guión
se marca unos objetivos claros y los cumple, sin más pretensiones. Y, gracias a
Dios, lo hace con un metraje ajustado y que pasa relativamente rápido.