Después de las vacaciones navideñas, tengo que confesaros que me ha costado un poquito volver a escribir a este blog. Os hablaré de un tema que aparece, muy de vez en cuando en la prensa y en las redes sociales. Ojo, que se trata de una buena noticia y ya sabemos que las buenas noticias no suelen prodigarse demasiado.
Nos hemos pasado media vida mirando hacía el otro lado del charco.
Me refiero a los
españoles, en mayor parte, pero también al resto de europeos. A veces, el
espejo nos mostraba un reflejo deformado y nos asustábamos. Intentábamos
sentirnos superiores y nos dedicamos a machar a los Estados Unidos. Con su
joven democracia, sus consumismo enfermizo, su puritanismo o su industria cinematográfica.
Así es: INDUSTRIA. En el viejo continente, el cine o el teatro siempre fueron
considerados un arte supremo y no un sector industrial que se debiera mimar. En
América del Norte, la figura clave era la del productor y en Europa, la del
autor.
No podemos negarlo, pero tampoco podemos dejar de percatarnos que algunas cosas se están moviendo, muy poco a poco.
Quizás por
una necesidad comercial imperiosa, que obliga a reestructurar y modernizar un
mercado tocado de muerte. El año
pasado, Dreamworks se hizo con los derechos de “Pulseras Rojas”, de Albert
Espinosa. Una serie arriesgada, porqué nos habla de niños con enfermedades
terminales. Fue una apuesta clara de la antigua directora de la televisión
pública catalana. (Me gustaría ver que directivo de cualquier otra cadena,
actualmente, se arriesgaría a producirla). Spielberg sintió una fuerte conexión
con la sensibilidad extrema de Espinosa. El tema de la infancia, la enfermedad,
la relación con el mundo adulto… Y no es de extrañar.
Albert Espinosa es un fan declarado de la productora Amblin. El círculo se cerraba y la televisión americana empezó a interesarse en España.
Hace pocos
días leí que “Los Misterios de Laura” había sido adquirida por la NBC y que
Greg Berlanti (de Dawson’s Creek) sería su showrunner. Otra sorpresa muy
agradable y otra producción, de nuevo, que se inscribe bajo unos parámetros muy
anglosajones: La típica fórmula del whodunit. De hecho, “Los misterios de Laura”
no deja de ser un “Se ha escrito en crimen” castizo. En este caso, Laura es policía
y no escritora pero debe lidiar con problemas domésticos, como Jessica
Fletcher.
“Los Misterios de Laura” es una ficción de género puro y duro. Tiene costumbrismo, pero no abusa de él.
Apuesta por la intriga y no por la
sobresaturación de tramas (con abuelos, niños, adolescentes…) que responden a
una simple estrategia de Marketing. La serie nació durante la etapa Zapatero,
cuando TVE apostaba por la ficción. Con la llegada de la crisis, la cadena
pública cambió de orientación y cortó el grifo. Tanto “Cuéntame”, como “La
República” o “Los Misterios de Laura” estuvieron guardadas en la nevera, durante
mucho tiempo, sin fecha de estreno. Ingeniería financiera: Si no estrenas una
producción, no aparece en los presupuestos generales del estado. Parece
mentira, pero no lo es. Una serie como “Los Misterios de Laura” pudo quedarse a
la estacada, sin más. Paradójicamente, han tenido que venir los americanos a
demostrarnos que era un buen, y exportable, producto.
Y para terminar,
tenemos Bambú. Una productora dedicada a la ficción de género. Una ficción
musculosa, que presenta producciones con factura visual y narrativa casi
comparable a la estética cinematográfica. “Herederos” y, sobretodo, “Gran Hotel”
han marcado la diferencia.
Bambú no ha esperado a que vinieran de fuera y ha desarrollado una marca internacional que se dedica a vender sus producciones.
“Gran
Hotel” ha llamado la atención de muchos países europeos. En Estados Unidos, la
todopoderosa Fox ha mostrado su interés y producirá la versión americana.
Ahora solo nos faltan creer más en nuestra ficción y olvidar fórmulas anticuadas que no atraen al público de dentro ni de fuera.
Necesitamos dar más poder a los
directores argumentales. Deben desempeñar la figura del productor ejecutivo o
showrunner. De esta manera, existiría una coherencia unificadora que daría
sentido y empaque a la producción. Otra medida urgente es la de eliminar la
multiplicidad de tramas, dependiendo de todos los sectores poblacionales. La
época de Médico de Familia (y de Globomedia) ha terminado. Guiémonos por el
denominado target comercial. Es decir, el intervalo demográfico que se dedica a
gastar su pasta. Hagamos series generalistas, pero que tengan un telespectador final.
Hoy en
día, la ficción española no puede competir con las grandes cadenas de pago estadounidenses.
Pero quizás, con el tiempo, conseguiremos ser más exportables y podremos
arriesgar cada vez más.